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266 embajada , manifestando á la Virgen el misterio de la generacion tem- poral del Hijo de Dios, lo que bastó para que desapareciese la turbación que había tenido al oir sus alabanzas. Pero al momento se presentó al entendimiento lucidísimo de la Vírgen una gran dificultad , tocante al modo de verificarse lo que se le anunciaba, procediendo esto de no haber explicado aún el espíritu soberano más que la sustancia, pero no el modo como había de efectuarse la Encarnacion. Habló , pues, la Virgen, descubriendo al embajador lo mismo que ántes había mani— festado 4 los sacerdotes del templo, con solo la diferencia de que aquí no dice como allí, que no puede acceder á lo que se la propone, si— no que pide con la mayor prudencia. y sabiduría que se le explique, cómo pueden estar en ella las dos cosas, que no caben á un misnro tiempo ea una mujer, segun las leyes de la naturaleza. Pero en uno y otro caso, la sustancia de las palabras de la Vírgen es la misma: pues declara lo mismo diciendo allí, que no puede contraer matrimonio, porque ha prometido á Dios ser siempre Virgen, y aqui que ignora como podrá ser madre , cuando hasta entónces no había quebrantado su propósito de virginidad , ni estaba tampoco en ánimo de hacerlo: en tal sentido la Virgen habla y le dice al ángel, que no sabe cómo su- cederá lo que él le anuncia; porque, dice, yo no conozco varon alguno (4), ni jamás lo conoceré. ] En la vida de la Virgen apénas hay un momento más soberano y admirable que éste, En pocos dias se ha «visto precisada 4 descubrir dos veces el gran secreto que tenía 'en su corazon , que era el de su voto de virginidad perpétua : porque ninguno mejor que ella «sabía que los tiempos de la venida del Mesías se estaban cumpliendo, y tambien sabía con perfección que precisamente había de nacer de su familia, pues sabía tambien que ella venía en línea directa del rey David. Pero: 'no la permitía su humildad «el sospechar siquiera, que podía ella tener la suerte de ser su Madre : y el haber hecho voto de virginidad perpétua la tenía tan alejada de suponer que. podría ser madre, que apénas oye al ministro de Dios la frase, ey que le indica que lo será, le pide explicaciones. ¿Cómo ha de suceder eso? le dice. «¿Qué gloria me quedará 4 mí despues de ser Madre? ¿Qué ganaré, aunque el que nazca de mi conquiste todo el mundo, 'si yo pierdo con mi maternidad el tesoro de mi castidad? ¿Qué utilidad me queda con que me llamen Made del Rey ¡si pierdo el nombre “de virgen? No tengo cosa alguna por más preciosa y más digna de mi amor que la pureza; ese es mí gran ho- nor, nó la diadema real, nó la potestad del imperio.,-nó-el aparato espléndido de las riquezas, nó la celebridad de nombre, nó este mun- (1) Luc., cap. 1, v. 43.
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