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261 juzgaron que el bien de la maternidad era de mayor peso é importan= cia que el de la virginidad. Tan recta era la intencion de Maria como la del sacerdocio: era por tanto la obediencia de María la que iba á ser coronada , pues Dios la tenía preparado un espose, que fuese el escudo de su virginidad , el tutor y protector de su hijo segun sus de- signios divinos, el padre putativo segun las apariencias humanas, y el escollo en que se estrellasen todas las conjeturas 6 investigaciones de Satanás, y todas las cavilaciones de los enemigos de Jesus: miré= monos pues en este espejo y copiémosle en nosotros. e ¡Ah! Dios escoge siempre lo que parece débil ante la razon huma= na, para confundir lo fuerte: Dios hace siempre bien á los humildes y de corazon recto. Oh inmacnlada Virgen María: tú en las angustias que empezaste á sufrir al oir que tenías que dar tu mano á un esposo terreno, pusis- te toda tu esperanza en Dios, y no fuiste defraudada en tus deseos; alcánzanos pues esta virtud, que nos inspira una certeza infalible del poder de tu Hijo y del que éste te ha dado á tí contra nuestros enemi- gos; para que en las angustias y contrariedades de esta vida confle- mos en él y en tí, y desconfiemos de los hombres; y en la hora de la muerte, tengamos el consuelo de Oir ta dulce voz que nos diga: «por- que esperaste en mi proteccion, yo te libraré del enemigo, y te in= troduciré en el reino de mi Hijo, para que lo ames y bendigas para siempre.» Así sea. ¿.H. La embajada celestial y la Virgen Madre. Grande fué la alegría de los habitantes de Nazaret , cuando vieron llegar 4 su ciudad á los nuevos esposos José y María , recordando en su aspecto 4 los antiguos esposos Isaac y Rebeca, por la mansedum- bre y modestia que veían en las acciones y en los modales de los re- cien venidos. Más se alegráaban , sin embargo , los ángeles del Señor, qué pasaban más allá de las cosas exteriores,y veían aquella asidui- dad con que José atendía al trabajo de sus manos, para ganar el sus— tento para sí y para su esposa : aquel esmero con que ésta cuidaba de lás faenas domésticas : aquella devoción que los dos tenfan en sus ora- ciones vocales, ton que alababan al Dios de Israel, y aquel recogi- miento de ánimo , con que de dia y de noche: meditaba cada uno en su retrete las misericordias del Altísimo y las obras de sus manos. Era verdaderamente la casa de María un retrato del paraiso perdido por la culpa, porque su ambiente quedó santificado desde que entraron en él estos dos ángeles en carne humana, que representaban tan á lo vivo en sus pensamientos , palabras y acciones á los virginales padres
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