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- 259 eleccion, y tú, que eres un altar y una hostia nueva por tu voto ja- más oido , rogarás tambien al Señor, y él te oirá.» Todos los gozos y alegrías santas y racionales , que ha habido en la humanidad son in- feriores al que sintió la Virgen María a! oir esta profecía, puesta sin duda en los labios del sacerdocio por obra del Señor. Entre tanto, van llegando los jóvenes brillantes, apuestos y áun ricos , oriundos de la estirpe real, y colocan sus. varas áridas y no- dosas sobre el altar del Dios de Jacob. Pero sucedía entónces, lo que se viera en la familia de Isaí, cuando Dios quería escoger entre sus hijos .el rey de su pueblo : que dejó á los que parecían robustos, vi= gorosos y esplendentes , porque él no mira sino al corazon, y escogió al humilde zagal que pastoreaba Jos rebaños (1). Confuso y atónito quedó el sacerdocio, al ver que el cielo al parecer no oía sus oracio- nes, y que la ley quedaba sin ejecucion, pues no era del agrado di- vino ninguno de los oriundos de la fámilia de la Vírgen. Mas, había uno , que quizás habia visto á esta misma Virgen y contemplado su hermosura y su modestia , y oido hablar de sus virtudes portentosas, y no creyéndose digno de tenerla á su lado , no había tomado parte en la sagrada liza. ; Grande fué el contento del sacerdocio, cuando advirtió que falta- ba aún un hombre de la Real familia. Lo bustan ,lo gneuentran, lo conducen al templo , le dan su vara árida y seca, lo presentan al al- tar , la deposita , y ¡oh prodigio! Apénas ha tocado el labio del altar sagrado , aparece verde, hermosa y llena de hojas, y coronada de azucenas. ¡Ah , qué satisfaccion sintió el sacerdocio de Jerusalen! El cielo había hablado, significando con un prodigio, aunque nadie lo entendiese entónces , que una azucena de virginidad jba á hermanar- se con otra , para ser la fiel representacion de los dos Querubines, que sin tocarse jamás, miraban siempre el arca santa y la ocultaban á los ojos profanos. Las dos azucenas más puras, y únicas que había en la tierra , se daban la mano, para que la azucena increada de la virginidad por esencia se trasladase de su region nativa á la que que= ría santificar , convirtiéndola en delicioso vergel, que produjese vírge- nes incorruptas, y diese una nueva estola de inocencia y candor á las almas pecadoras. Las dos azucenas de la tierra eran la virginal Ma= ría y el virginal José , la del.cielo era el Hijo de Dios. ¡Ob celestial consorcio de la virginidad! Removido pues todo obstáculo, y. renoyado simultáneamente por los dos esposos el voto de virginidad (2), se dieron José y María pa- /S Reg., cap. 16, v. 13. 2) Es opinion comun entre los Santos doctores, que San José hizo voto de virginidad junto con la Virgen e! mismo día de sus desposorios. San Agustin en el Sermon 28 de tempore dice estas palabras: Habuit'Jo- EST LAIA | ñ | 4 5 y y Í A 5 ia
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