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20 del Evangelio, en vez de estilos floridos , poéticos y alti— sonantes , se sirviesen de estilo grave, elocuente, dulce, atractivo y persuasivo, y de lenguaje castizo, correcto y puro, pues tod» esto entra en el precepto que da el Apóstol á San Timoteo, cuando le dice que sea un ministro recle tractantem verbum Dei (1); y esto mismo nos inculca nues- tro glorioso doctor San Isidoro de Sevilla, cuando dice que «la palabra del ministro sagrado ha de ser pura, sencilla, »llana, llena de gravedad y honestidad , de suavidad y »gracia (2).» Todo lo demás puede decirse que es perder el tiempo, si no es objeto de condenacion; pues segun el ve- nerable Beda (3), cuando Jesucristo castigó á la higuera (4), lo hizo para demostrar que Serían con mucho mayor moti- vo condenados los que, sin tener frutos de obras buenas, se contentan con los aplausos de su palabra religiosa, que no pasa de ser una cosa semejante al ruido y al ornato del verde follaje movido por el viento. Mayor fué todavía nuestra pena al ver consignada en la historia de la Virgen una verdadera invencion poética, más propia de una epopeya pagana, que de una narracion que debe respirar verdad y piedad por todas partes. Dicese en el libro XII, que al atravesar la Virgen los arenales del desierto para ir desde Ramla á Eliópolis, apénas encontra- ba agua en parte alguna, sufriendo en consecuencia mucha pero es muy forzado lo que se dice en el libro VII, al describir el viaje de la-Vírgen recien casada de Jerusalen áú Nazaret. Atrave- saron, dice, las montañas de la Samaria, en que el águila desde lo alto de su nido los miraba, sin importársele poco ni mucho que pasasen por allí. Confesamos que, por más vueltas que hemos dado á nuestro entendimiento, mo hemos podido encontrar una razon, por la cual este rasgo de poesía entrase en la historia del viaje de los Esposos, 1) 2Tim.,c.2,v.15. (2) Lib. 2 Offic. ad S. Fulgent. c. 5. (3) Homil. 7. in Quadrag., tom. 7. (4) Matth.,c.21,v. 19.

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