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ió 250 la compañía de los espíritus celestiales que acudieron á acompañar á su Reina (1): y tanto los que venían con ella , como los que, salieron del santuario á recibirla, modularon entónces el cántico más alegre, que hasta entónces hubiese salido de sus labios. , por ver que alborea- ban ya los dias de la gloriá de Dios y de la paz de los hombres. Y ¿quién no ve al Dios de infinita majestad sentado entre los Querubi- nes, mirando lleno de complacencia á su amada Hija, á su futura madre y esposa, y complaciéndose en la hermosura de su alma? Des- de que Salomon había consagrado «aquel templo, nunca había llenado la majestad divina el lugar santo como entónces, porque nunca había habido dentro de sus muros un alma tan pura como la de la Virgen. Es probable que los padres de la Virgen ofreciesen al Señor al- gun cordero dándole gracias por tanto favor , y que el sacerdote Za- carías (2) les diese parte de él segun costumbre. Y una vez cumplido cuanto habían prometido 4 Dios, se retiraron á su: hogar, llevando sus corazones rebosando de gozo al ver la inteligencia , la mansedum- bre, la benignidad y suavidad de corazon de su hija, y sobre todo su profundísima humildad. (1) Asílo afirma S. Isidoro Tesalonicense con estas palabras: «Todos los órdenes de los ángeles se juntaron sin duda, y yo así lo: creo, con la santa comitiva de las niñas que llevaban luces , y entonaron cánticos y lo iluminaron todo con sus resplandores, para demostrar ellos, cuánta era la reverencia que se debía á aquella Reina que era llevada al tem- plo, ya que su gloria estaba éncubierta todavía á los hombres, pues.no odían verla miéntras los envolviese el velo de la carne.» (In Deipar. resent. serm. n.” XVI.) (2) Como hemos dicho, los Padres antiguos dan por sentado, que era el padre del Bautista el sacerdote, á quien copola suerte derecibir á la Vírgen en el templo, y todos ponen en los labios de los Padresy del Pontífice los mismos razonamientos poco más ó mónos. Pondrémos aquí dos más, para que se comprenda qué ideas tan altas tenían de la santi- dad de la Virgen. «Al presentará su hija en el templo, dice San Proclo, dijo al sumo sacerdote con piedad : recibe, oh anctano sapientísimo ,á mi hija, héla aquí, la hermosísima hija que Dios me dió: recíbela, y anuncia con toda claridad, que es ella la que ha de llevar á efecto los vaticinios.» (Menologio de los griegos , dia 20 de Noviembre.) Lo mismo expresa San Tarasio , al poner en la boca de Santa Ana el siguiente dis- curso » «De esta niña puedes decir que es el complemento de los vati- einios, y la causa de las cosas prometidas de Dios á los hombres.» El mismo Santo atribuye á los dos Patriarcas esta alocucion dirigida á Za- carías; «Recibe, oh Zacarías, el tabernáculosin mancilla: recibe, oh sacer- dote, el tálamo inmaculado del Verbo: recibe, oh Profeta, el incensario de laluz pura: recibe, 0h justo, el carro de fuego del Altísimo : recibe, oh hombre sin culpa,'la vid que nos dará el racimo de la vida eterna: in- trodúcela en lo más recóndito del templo, llévala 4 las moradas de la santidad, que el Altísimo escogió para su domicilio: condúcela á-los sagrados retretes, para que vaya creciendo, y lleve algun dia en su vientre al que es invisible á los ojos corporales: publica: que es bien-
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