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19 bro se dice tambien, que un pariente cercano echó vino en una copa, lo gustó, lo dió 4 gustar ú los dos esposos, tomando despues un niño la copa y rompiéndola en muchos pedazos, lo que sin duda se haría con alguna signifi- cacion (1). Tuvimos un verdadero disgusto al leer estas descrip- ciones, porque en realidad, concedemos que puedan es- cribirse las cosas que atañen á la Virgen en estilo florido, que se intercalen episodios encantadores, tomados del con- junto de las bellezas que Dios ha derramado en la natura- leza (2); lo concedemos nada más, porque no creemos que ese estilo sea el másá propósito para derramar en los en- tendimientos y en los corazories la luz de la verdad y el bálsamo de la uncion divina; pero desearíamos que tanto los escritores de cosas religiosas, como los predicadores ma el autor al de su boda, lo que reprendía el Espíritu Santo? Nó, jamás. Además, consérvase en Perusa el anillo de la Virgen , que hemos tenido el gusto de ver copiado exactamente, y sabemos que es simplemente una sortija de alabastro oriental bastante gruesa, y que sólo pudo servir para el acto del desposorio, pero no para llevarlo al dedo. ¿Por qué pues se ha de decir que llevaba pen- dientes y brazaletes de oro la modestísima Esposa del Espiritu santo? (1) Esta ceremonia la hacen los judíos hoy dia en Francia en sus sinagogas, y creen que si la copa se hace muchos pedazos, han de tener gran sucesion. Todo esto es supersticioso, propio sí de ese pueblo que vive con los ojos vendados hace diez y ocho siglos; pero nunca accederémos á creer, porque diga Basnage en su libro de instituciones de Moisés que así lo hacen los judíos, que lo hiciese en su boda la hija de Abraham, de Jacob y de David, de quienes no leemos que lo hicieran. í2) Bellas son las que hace el autor de la citada historia de la Virgen al describir valles, montes, rios, colinas y puisajes

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