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234 dad en su cuna, los ecos de la voz de Dios subieron de entre las flo- restas del paraiso hasta la azulada bóveda del firmamento. Pasaban entre tanto los años, y se formaban las centurias, y cada una dejaba como en testamento, al espirar, este legado de esperanza y de consue- lo, que con avidez recogía la que le sucedía. Una mujer bendita entre todas; un niño restaurador de la humanidad, una edad de oro, que había de llegar y no tendría fin, era la idea vaga , que vivía entre las sombras mismas de los pueblos paganos, entregados á la idolatría, y la esperanza cierta, que daba vigor al venerable anciano que moraba en el seno de la nacion judáica, y sentado como patriarca en medio de sus nietos, contaba á sus hijos cada sábado la edad primitivade oro, la dicha de los primeros padres cuando eran inocentes, la astucia del demonio, la caida del hombre, y la promesa de su restauracion futu- ra, en que tendrían parte una gran mujer y su hijo. Habían ya pasado cuarenta siglos desde la promesa : y cuando los hombres yacían en las tinieblas más profundas, que tuviera la. noche del error , y nadie quizás pensaba en la gran Señora, que dominaría al mundo , empezaba ésta á existir ; y era tan bella en el primer ins- tante en que saliera su alma de la nada, que Dios mismo quedó ena- morado de su hermosura, llamándola con el nombre que la tenía puesto desde la eternidad, y diciéndola que era su única paloma, su perfecta, su escogida (1).Y había en su alma tanta gratitud y tanto amor de Dios, que en el mismo primer momento de su vida, moduló ya un cántico sagrado, y dijo llena de un amor desconocido aún á los Serafines: en gran manera me gozaré en el Señor, y se regocyará mi alma en ma Dios; porque me puso vestidos de salud , y con un manto de justicia me rodeó , como. esposa ataviada de todos sus jo- yeles (2). No cabe en la mente humana la inmensa cadena de misterios, que están ligados con el momento en que María fué concebida sin mancha de pecado original. Dejado á un lado el modo admirable como empezó 4 existir. en su cuerpo, pues quiso Dios que fuese sobre las fuerzas de la naturaleza su generacion temporal , concibiéndola una madre anciana y estéril, y siendo hija de un venerable Patriarca, ¿ quién podrá abarcar lo que encierra el primer instante de la vida de María? Los símbolos y figuras , que por el período dé cuatro mil años tenían al mundo en espectativa, empezaron á tener una como anima- cion, que descubría lo que significaron ; las profecías y los vaticinios, que delineaban entre grandes rasgos las glorias del Redentor, empezaban tambien á rodearse de suaves destellos de luz, y á desen- volverse ante los ojos de la humanidad , y una aurora risueña y agra- (1) Cant. 6,8. (2) Isai. 61, 10.
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