BCCPAM000542-2-34000000000000
233 momento en que comiese de la fruta del árbol vedado (1). Mas ántes de oir la sentencia pública y solemne de su condenación , quiso Dios benigno manifestarle un arcano de su sabiduría y de su misericordia; y volviéndose á la serpiente, «Maldita eres, le dijo, entre todos los animales de la tierra ; enemistades pondré entre tí y la mujer, entre tu linaje y el suyo; ella quebrantará tu cabeza , y tú pondrás ase- chanzas á su calcañar (2). ¡Qué sentencia tan admirable ! ¡Que mis- terios tan sublimes se encierran en ella ! Descubre Dios á la serpiente, que habrá una mujer á quien no ha tocado su veneno, cuya mano sá= cará á su propio linaje de la miseria , y cuya planta estrellará el orgu- llo de su enemigo. Dichas estas palabras , concluye el Dios justo la sentencia , condenando á toda mujer al dolor y á la servidumbre (3), y 4 todo hombre al trabajo y á la muerte (4). ¡Oh grandeza inexplica- ble de esta mujer! Al revelar el Altísimo los destinos inmutables de sus criaturas, las exigencias de su justicia, y las disposiciones de su misericordia , declara que esa mujer es el objeto de su amor singular: que no tendrá dolores, porque será siempre Virgen; que no estará sujeta á la servidumbre, porque concebirá del Espiritu Santo : y que cuando salga de la nada, ántes que la naturaleza pecadora le transmita su reato, la prevendrá la gracia : porque el Hijo de Dios, que con sus méritos librará á toda la descendencia de Adán del pecado y de la muerte , consagrará á la que ha de ser su Madre las primicias de sus merecimientos, preservándola inmune de toda mancha, para que sea un trasunto perfecto de la naturaleza divina, y reciba ella sola en su alma más luces de la Divinidad, que todos los ángeles y hombres juntos. Fué por tantola Concepcion inmaculada, la virgividad perpétua, la maternidad divina de la Vírgen lo primero que anunció Dios al mundo, cuando le prometió un Redentor: fueron sus glorias , sus virtudes , sus excelencias , sus combates y sus triunfos lo que la men- te divina vió en la eternidad , y no sólo quiso el Señor que , lo que él desretaba sobre su futura Madre , fuese tan inmutable como lo es él mismo , sino que ordenó publicarlo con sus propios labios, y darlo á conocer como el principio de sus obras, como el fundamento de sus maravillas, como el eje en que habían de rodar todos los destinos del muúndo moral, haciendo todo esto precisamente en el moménto mismo, en que una criatura rebelde y envidiosa había ereido, que deun solo golpe había frustrado los decretos de Dios, y destruido sus Obras. El cielo y la tierra se alegraron cuando, estando aún la humani- 1 Gen. 3. v. 16. Y 4) Ibid. v. 17.
Made with FlippingBook
RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz