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232 en el mismo teatro de la defeccion, donde se encuentran los tres grandes criminales, el tentador orgulloso , el hombre infiel , y su mal- hadada compañera : allí, donde Adan y Eva han bajado ya sus ojos, avergonzados de su crímen, y sienten el gusano roedor que devora sus almas, por haber perdido su felicidad, sin que columbrasen un remedio á tamaña desventura : allí, donde entre el frondoso ramaje del árbol más hermoso y más amargo , que han producido las selvas, se solaza la antigua serpiente , recreándose en su obra de iniquidad, se encuentra tambien presente el Dios ofendido , para pronunciar pa— labras de misericordia y de justicia. Dirige éste desde luego su voz á sus dos criaturas predilectas , que no merecían ya más que su indig- nacion; y despues de preguntarles el por qué de la vergúenza que cu- bría sus rostros , y del torcedor horrible que corroía sus corazones, y de haber ellos respondido como pecadores , señalando al tentador que los indujera á quebrantar sus preceptos, Dios empieza á hablar como Dios , inmutable en sus designios : como Dios , á quien no puede ha- cer mudar de parecer ninguna criatura : como Dios , que por su pro- pia voluntad dispone todas las cosas en bondad y justicia: como Dios, que ejecuta en el tiempo las cosas, segun las tiene decretadas en la eternidad. En tan solemne momento. habla tambien como juez al so- luto y soberano, que pronuncia sentencia contra el malvado , que opinaba que podía resistir con éxito al Omnipotente. Pero más que todo, habla como padre amoroso del hombre, y como amigo y pro- tector y padre singular de una criatura, que el tentador estaba léjos, de sospechar siquiera que Dios tenía en su mente : la cual había de ser el iris de paz para los dos corazones, que tan turbados se halla- ban , apénas el Altísimo rasguease sus futuras glorias en la ligera re- seña que iba á dar de ella. Habló Dios por tanto , y fué para declarar que el enemigo se ha- bía engañado, y para decir que en medio de tantos muertos había quien estuviese vivo, y entre tantos heridos hacinados había un sér, que no sólo estaba sano, sino lleno de vigor para hacer una guerra de exterminio al autor de tanto mal, y estrellarle la cabeza. Y esto tenía que ser así por efecto de un decreto absoluto, eterno é inmuta- ble, para cuya ejecucion no exigía Dios condicion alguna , bastando sólo el imperio de su voluntad, y declar ándolo así en presencia del ángel protervo y del hombre, afortunado ya.en su misma desventura; y lo es, porque oye de los mismos labios que condenan al inícuo, las palabras de amor que salvan al pecador y le auguran dicha y ventura sin fin ; ventura que estriba en la existencia de una criatura , que ha de ser la gloria del mundo, la alegría del-cielo, el consuelo de la humanidad, y el terror de Lucifer. Bien sabía Adán que había incurrido en la pena de muerte eterna, pues Dios le había anunciado que le cabría esta desgracia desde el
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