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225 de su venida , fué una profunda noche. «Desde que Adan pecó, dice San Pedro Damiano (1) se extendieron densas tinieblas sobre la tie- rra , las cuales duraron hasta que vino la Virgen. Es aquella noche, noche solitaria , no digna de alabanza , de la cual está escrito : pu- siste tinieblas y se hizo noche, en ella pasarán todas las bestias del campo : porque los indómitos y crueles espiritus sembraron lazos por mil partes, para coger como cogieron á todo el linaje humano. La aurora empezaba en María, cuyo nacimiento preludiaba la mañana clara y serena que pronto se iba á ver.» Los últimos viajeros que an= duvieron por estas tinieblas, podemos decir que fueron Joaquin y Ana : pues la hija , que fué el fruto de su santo enlace , fué la pri- mera que empezó á marchar en el dia de la luz de gracia, no ha- biendo visto jamás , no sólo tinieblas, pero ni áun sombra de ellas, pues fué siempre luz. Sin embargo, como eran ellos los que iban á preparar los medios adecuados , para que pudiese realizarse la obra mayor de la omnipotencia divina , preciso es decir, que en ellos se cumplió lo que se dice vulgarmente, á saber, que los dos extremos se suelen juntar y unirse. Porque Joaquin y Ana eran el extremo de la série de patriarcas que habia habido desde Abraham y Sara hasta ellos: y era tanta la virtud y la fe de estos dos postreros descendien= tes del gran Patriarca , que en realidad no se diferenciaban sino en el nombre , pues en todo lo demas estaban identificados: igual fué su fe, iguales sus virtudes , si no los superaron. Muchas y admirables son en efecto las excelencias, que los San- tos Padres predican sobre los padres de María Santísima: ni són mé- nos las maravillas , que precedieron y acompañaron al nacimiento de su hija. Alcanzada ésta del cielo , cuando sus cabezas brillaban con blanca aureola-de una ancianidad patriarcal, y despues de haber su- frido la ignominia de la esterilidad: obtenida asimismo al cabo de muchos años de oracion, pidiendo al cielo la bendición patrimonial de los Patriarcas, no cruzó por sus almas la alegría de la esperanza, sin ofrecer al cielo la consagracion del vástago que diese á la familia de David. Así oraba sin cesar cada uno de los esposos, Joaquín en la soledad de los collados, y Ana en e! retiro del huerto doméstico (2). Fueron por fin oidas sus oraciones , no cediendo en esto 4 ninguna de las matronas célebres, que, hallándose en edad avanzada, alcan- zaron del cielo la fecundidad (3). Como el nacimiento de la Virgen tenía que ser*el acontecimiento más fausto, que había de haber en el mundo , parece que estaba en el órden de la Providencia divina, que sus progenitores se viesen per- (1) Serm de Assumpt. (2) $S. Epiphan.., de Laudib. Virgin. (3) $S. Joamn. Dam. , de fid. orthod., lib. 4, cap. 15. 15

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