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218 mo, y no hay mancha alguna en tí, porque eres. el hermosisimo do- micilio de Dios» (1). Ni nosotros podrémos hacer más que repetir lo que han dicho es- tos santos Doctores. Con ellos dirémos , que en la frente de la Virgen hay la majestad de una gran reina, junto con la serena y. cariñosa ' calma de una madre; que sus miradas son más encantadoras que las de las palomas inocentes; que. sus mejillas tienen más suavidad de color que las granadas ; que sus labios están rosados como la cinta purpúrea; que su aliento es más aromático que las fiores, y sus pala- bras más dulces que el panal de miel : perfilada y graciosa es su na— riz, como la torre del Libano, que mira contra Damasco (2) : su cue- llo es terso como una torre de marfil : esbelta y hermosa es su talla como una palma , sus manos torneadas y blancas como el nácar; to- da ella es hermosa , toda bella , toda agraciada , pues está vestida de riquísima túnica de reina , llevando en ella y en su manto preciosas fimbrias adornadas de mil variedades (3). Y así convenía que fuese la Virgen, perfectísima y acabada en su cuerpo, en lo exterior por una armonía completa de cada uno de los sentidos con relacion al fin de sus operaciones, y en su interior por un equilibrio admirable de humores, por una organizacion la mas delicada y por una pureza mayor , que la que tuvo el primer hom- bre , cuando salió de las manos del Criador. La razon es muy obvia; porque el sumo Artífice concurrió de un modo inefable á su formacion en el vientre de su madre, por cuanto preparaba desde enténces una habitacion para su hijo, y quería que fuese digna de él; y dióla tan- ta abundancia de bienes y carismas en el alma, que rebosaron por todas partes en el cuerpo, volviéndolo el más hermoso y perfecto de todas las mujeres. Exigíalo realmente así la dignidad de la Virgen; esa armonía , que guardan en el cuerpo humano los líquidos con los sólidos para formar la sangre y conservar la vida, tenía que ser en el cuerpo de la Virgen tan perfecta, que llegase al último ápice; por- que su sangre, sus flúidos, sus humores , Su sustancia , su naturaleza habian de servir de materia al Espiritu Santo para formar el cuerpo perfectísimo del Hijo de Dios. Por esta razon , dice un intérprete sa- grado, afirmamos , que asi como el cuerpo de Cristo, formado sobre- naturalmente por Dios. mismo, es perfectisimo y hermosisimo en su naturaleza , cuanto cabe en el estado de viador; asi el cuerpo de la Virgen, ordenado inmediatamente á dar á Dios la vida temporal, fué el más hermoso que se ha visto en este mundo, no pudiendo el género humano tener otro comio él. Cristo, decimos , es el más her— (1) -Serm., de Assump. (2) Cant. cap. 7, v. 4. (3) Psalm. 44, v. 10.
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