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216 ta con la hermosura de aquélla (1). Esta consideracion nos da una idea tan cabal de la hermosura corporal de la Virgen, que nos la representa tal como ella es, aunque no nos sea concedido el poderla explicar. Porque tan varia es la hermosura de las almas , como la de los rostros de los hombres. Todas las almas se parecen en su esencia y en sus polencias; pero éstas se elevan Jás unas sobre las otras en perfeccion , así como los espíritus soberanos , los cuales por tanto es- tán divididos en jerarquías y coros, por cuanto á medida que se elevan los unos sobre los otrosen perfeccion, se acercan más á la hermosura ¡infinita que es Dios. Y así son tambien nuestras almas. ¿Qué gradación tan inmensa no bay que correr, desde el último de los hombres hasta el primero de todos? ¿Pueden acaso todos los án- geles juntos compararse con el alma santísima de Cristo, que está unida hipostáticamente ála divinidad? ¿Hay Serafin, que entienda como ella los misterios de Dios, y vea su esencia? El Querubin más sabio es. un ignorante al lado del alma santisima de Jesucristo , pues á pesar de dar vida á un cuerpo, se sublima tanto, que está contem- plaudo á Dios en su mismo trono, donde vive y reina con él. ¿Qué cuerpo corresponde á una: alma tan perfecta, que es más perfecta que los ángeles? El más hermoso de todo el linaje humano, como dice el Profeta , llamándolo el más hermoso entre los hijos de los hombres, en cuyos labios está derramada la gracia (2). Pues bien : despues de Cristo viene su Madre : su alma aventaja en pureza , en virtud, en saber, en inteligencia y en amor á todos los ángeles, no obstante que es una pura criatura : y no correspondía á una forma perfectisima, sino á una materia perfectísima. Y sin duda alguna, que á ningnuo de los séres vivientes, convienen- mejor que á ella aquellas palabras que dirige David á la hija del rey , diciéndola: « Oye, hija, y mira, é inclina tu oido, y olvidate detu pueblo , de la casa de tu padre : y codiciará el rey tu belleza (5).» A no dudarlo , tan her- mosa fué: la Virgen en el cuerpo como en el alma: y si tanta fué la belleza. de ésta, que enamoró al Rey de los siglos ¿quién podrá decir cuánta fué la hermosura de aquél? ¿Qué ojos podrán mirarla? ¿Qué lengua es capaz de describirla? (1) Dice Santo Tomás que Dios con su infinita sabiduría no permite que se interrumpa el órden de la naturaleza, y éste consiste en que á cada cuerpo se le infunda el alma que le corresponde. (1.* quest. 83, art. 1 ad 5.) Está por lo tanto en el órden natural de las cosas que haya relacion de perfeccion entre la hermosura del cuerpo y la del alma; á una alma perfectísima corresponde un cuerpo perfectisimo, puesto que este es respecto del alma , como dice el mismo, lo que es la materia res- pecto de la forma. (1.* quest. 83, art. 2ad 3.) Así como las almas de Cristo y su Madre son perfectisimas, tambien fueron perfectísimos sus cuerpos. (2) Psalm. 44, y. 3. (3) Id. v. 11, 12.
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