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213 de un órden tan especial , que despues de la naturaleza divina no hay nada que se te parezca. Por tanto, oh María , tú eres la única que no tienes que temer por las palabras que te he dirigido, ni creas que no merece tu pureza recibir lo que te anuncio ; ni pienses que el res- plandor admirable de tu alma sea ménos apto que lo que debe ser para admitir lo que te propongo. El Criador sabe que tu hermosura es digna de él; no se ocultan los resplandores de tu belleza al que todo lo ve ; nijuzgo yo , que haya en tu hermosura un quilate menos, que lo que él desea. Sea Dios quien juzgue tus cosas , puesto que no habiendo podido encontrar una remuneracion digna de tus gracias y virtudes , se te entrega á sí mismo como premio de tu pureza. Por— que Dios no da coronas , que no sean conformes con el mérito de la pelea. Y por cuanto ni lo presente, ni lo futuro , ni lo elevado, ni lo profundo , ni todo el mundo, ni criatura alguna es premio corres” pondiente á tus merecimientos , recibes esta recompensa , que sólo es digna de tf: Esta es la retribucion correspondiente á los esplendorosos rayos de tu alma (1).> Despues de estas sentencias puestas en la boca de un arcángel, nada hay que decir, pues sería echar sombras en la luz. S. IL El cuerpo de la Virgen. Como Dios no hace las cosas , sino para que guarden la más per= fecta armonía entre sí, no ha criado ó formado ser alguno , ínfimo, medio, ó supremo , sin que lo haya coordinado con sabiduría como dice el Sábio (2) , y que no tenga su peso, su medida, su número. Pero además de esta armonía universal, que hay en todo el mundo, en cuyo conjunto el insecto más insignificante está en relacion con el cuadrúpedo más desmedido , y el riachuelo más ténue con los rios más caudalosos , hay ciertos objetos y ciertas sustancias hechas por Dios para estar en relacion contínua, íntima é inmediata , y ayudarse mútuamente á completar sus operaciones , en los cuales es necesario que haya tal reciprocidad de perfecciones, que la union sea en ellos natural, amable , perfecta , y agradable, siendo por consiguiente la desunión violenta , triste , desconsoladora y aflictiva. Y esto sucede cabalmente con el alma y el cuerpo humano , he- chos por Dios para vivir siempre juntos. Dios los hizo el uno para el otro , dándoles las perfecciones necesarias para que viviesen unidos, y esta union fuese agradable á los dos. Si el primer hombre no hubie- (1) Serm. de Assumpt., núm. 16. (2) Sap.,cap. 11, v. 21,

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