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212 servidumbre. Dió tanto precio cuantos fueron los pecados. Cristo pagó el precio de la redencion ; pero la Madre le dió la materia de que había de pagar. El es el Redentor, pero recibió de Ella lo que necesitaba para hacer el pago.» ¿Qué hemos de concluir de todo esto? Que la Virgen salía de las manos de Dios al ser criada con una gracia tan perfecta , que deja atrás á todas las criaturas , no sólo venciéndolas , sino superándolas de tal manera , que los más refulgentes serafines se oscurecen en su presencia. La dignidad á que venía destinada lo exigia así (1) ; pero no tuvo que llegar á poseerla en realidad , para elevarse sobre las dos naturalezas , angélica y humana , pues bastó el solo acto de su for— macioa para que sucediese eso. Véase cómo San Isidoro de Tesalóni- ca explica esta grandeza de la Virgen, ántes de ser Madre de Dios, y sin fijar la vista más que en su pureza: introduce al ángel hablando eon ella , cuando la anunció de parte de Dios , que era bendita entre todas las mujeres, y advirtió que estas palabras le habían causado al- gun temor , y pone en sus labios este largo razonamiento , con que damos fin á esta interesante materia. «No te agobie , oh María, la grandeza inmensa de la cosa ; no pienses que ny mereces ser elevada á una obra tan grande ; no te venza el miedo, al ver la sublimidad del misterio. Muy dignas son las cosas , que estás meditando y considerando con tu elevada mente; porque es cierto , que nadie puede llevar á Dios , ni rodear con su carne al que fiene por vestido la luz (2) , ni tampoco acercarse , ni áun un poco , al que está acompañado de males y millares de ángeles, y servido de millones de ellos (5), pues todas las cosas se estremecen, y tiemblan en su presencia. Pero ¡tal ¡Ah! Yo no sé cómo hablar, tá no eres hombre , ni ángel , sino otra naturaleza más sublime, y (1) Véase cómo explica todo esto San Isidoro Tesalonicense. «Si Dios, dice, no hubiese determinado poner su planta en la tierra por medio de esta Virgen, nunca llevaría en su superficie á un ser que: es más alto que los Serafines, y si por un nuevo rasgo de beneficencia, hubiese criado este portento, no hubiera estado entre los hombres sino el tiem- po preciso para que se les demostrase, que Dios puede formar de la tierra á alguna que sea más alta que aquéllos que no son de la tierra, la cual volaría á los cielos, para sentarse en el lugar que le convenía. «Pero como era necesario que extirpase uquella abundante iniquidad del mundo, y recibiese á Dios cuando Pajaso á la tierra, y abarcase al que no cabe en ninguna parte, y reconciliase á los hombres con él; por eso una edad precedida de muchos siglos dió áluzá esa Virgen gloriosí- sima , y la tierra tuvo ese regalo preciosísimo. » (Serm. de Assumpt. núm. 9:) No puede decirse más en tan corto razonamiento. La Virgen con solo empezar á existir, fué más grande que los ángeles por su pureza. (2) Psalm., 103, v..2. (3) Dan., cap. 7, v-10.

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