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15 »de Dios; estrella resplandeciente de donde salió Jesucris- »to. Dios te salve, canto de los Querubines, himno de los »Apóstoles. Dios te salve, paz, gozo y salud del mundo, »alegria del linaje humano, alabanza de los Padres , her- »mosura de los Profetas, belleza de los Mártires, corona de »los Santos, gloria de los justos, portento el más admira- »ble del mundo, paraiso de delicias y de inmortalidad, le- »ñío de la vida, alegría, deleite y fortaleza de los fieles y »salud del mundo. Dios te salve, resurreccion de Adan, »Madre de todos, fuente de gracia y de consuelo, refugio »de los pecadores, y propiciatorio de los que trabajan y »están afligidos (1).» No puede decirse más en pocas palabras: por ellas so echa de ver que Maria es el centro en que convergen todos los deseos y aspiraciones de los justos que existieron án- tes de Jesucristo y de cuantos habrá hasta el fin del mun- do; y esto mismo fueron repitiendo dia por dia los Padres en todos los siglos. Infatigables fueron en alabarla los Da- mascenos, los Tarasios, los Germanos, los Metodios , los Sofronios y los Epifanios; incansables los Agustinos, los Jerónimos, los Ambrosios, los Gregorios Magmnos, los Na- ciancenos, los Crisóstomos, los Basilios y los Ildefonsos. Les parecía á los Amadeos , á los Anselmos, álos Bernar- dos , á los Buenaventuras y á los Aquinos, que sus prede- cesores no habían hecho más que entonar la primera estro- fa del gran himno de las alabanzas de María, ó levantar la primera capa del gran venero de sus riquezas. No parece sino que creían que habían estado frios aquellos verdade- ros Serafines en carne humana, al alabarla, y empezaban ellos con nuevo fervor, con denuedo de gigantes, y con tanto ardor, que parece no tenian más pensamiento que alabar y bendecir á María. (1) 8. Ephr., Orat. ad Virg.

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