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14 sólo puede expresar la elocuencia del silencio. Así, des- pues de emplear en su descripcion lo más bello y sublime de las cosas visibles, concluye con estas palabras : sín lo que está oculto por de dentro (1); lo que significa que las bellezas interiores de María , las grándezas misteriosas de su sublime dignidad, no son del dominio de otra inteligen- cia, sino de la eterna é infinita. A estas interioridades de María sólo Dios puede llegar. Querer dar en un prólogo siquiera un ligero bosquejo de lo mucho que los Padres de la Iglesia han dicho en elo- gio de la Virgen, sería intentar realizar un imposible. Sin embargo, no queremos dejar de decir algo; pero en lo poco que vamos á trascribir, encerrarémos un horizonte de be- llezas literarias queno tiene limites. Basta referir lo que uno de los Padres decía en el siglo IV, y se comprenderá que ni los tiempos, ni los años, han cambiado en un ápice las creencias de la Iglesia sobre las excelencias de esta Señora ; y se echará de ver tambien que hay en María una vena de riquezas tan inmensa, que ocuparía en' su explo- tacion á4 todos los sabios de la fe que viajan por la tierra, áun dado caso que el mundo durase para siempre y el nú- mero de aquellos fuese infinito. Es aquel Padre San Efrén, quien llama á la Vírgen «Reina de todas las cosas, espe- »ranza de los Padres, gloria de los Profetas, elogio de los »Apóstoles, honor de los Mártires, alegria de los Patriar- »cas, centro de todos los Santos, corona de las Virgenes.» Y despues de haberla prodigado estos epitetos singulares el Santo, parece que, enamorado de tanta hermosura, se extasía, se eleva, y, como si no fuera ya morador de este mundo, sino que se hallara en presencia de la misma Vír- gen en el cielo, la empieza á bendecir y 4 saludarla, di- ciendo lleno de fuego : «Dios te salve + vaso refulgentisimo (1) Cant., cap. 4, y. 1.
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