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ON 186 santísima, amantísima , fidelísima , acendradísima en su amor , y por consiguiente, todo fué en ella simultáneo. Un solo momento indivisi- ble bastó para que fuese criada , santificada y confirmad+ en gracia, recibiendo el don de la impecabilidad. Y si nos es lícito decirlo, salió con tanta velocidad la santificación y la impecabilidad , que casi precedió á su mismo primer albor de existencia , para que la santidad la ro- dease como las aguas del océano rodean y envuelven á la esponja y se compenetran con ella. La Vírgen no tenía que pasar por pruebas, para ser confirmada en la gracia en que fué criada, y recibir el don de la impecabilidad. Y como en cualquier momento de su existencia que la examine— mos, no podemos prescindir de la predestinacion de la Virgen á ser Madre de Dios, no podemos ménos de decir tambien, que no sólo án- tes que se cumpliese en ella esta obra grande y admirable, sino en el primer momento de su existencia , fué casi infinitamente mayor que los ángeles. Fijemos nuestra mente en el nombre que éstos reciben: y en la apelación que Dios da ála Vírgen, y dirémos de ella lo que San Pablo explica del Hijo de Dios humanado, á saber: que fué hecho tanto mayor y excelente que ellos, cuanto es más aventajado el nom- bre que recibió por herencia (1). Pongamos la hipótesis de que Dios dirigiese la palabra á cada uno de los ángeles al sacarlos de la nada. ¿Qué les habría dicho? Que eran sus ministros y embajadores , pron- tos á volar como los vientos , y dispuestos á ejecutar sus órdenes con tanta actividad como el fuego abrasa los objetos inflamables (2). Y si dirigiese sus acentos á la Vírgen , cuando venía á la vida, ¿qué ra- zonamiento tendría con esta interesante criatura? 'Pú eres mi Madre, la diría ; yo te saco de la nada hoy, para que me des vida humana algun dia; yo seré tu Hijo , tú serás mi Madre; tu trono durará por los siglos de los siglos, y reinarás en él para siempre. Estas palabras no podían dirigirse 4 los más enzumbrados serafines : y sin embargo, Dios podía dirigirselas á la Virgen en el primer momento de su vida. Bajo este aspecto consideraba á la Vírgen el célebre Dionisio Car- tusiano al enumerar sus gracias : «Era conveniente, dice, que la na- turaleza tomada por el Verbo, y unida á su persona , fuese adornada de una manera incomparable con todos los carismas de gracia y de gloria, con todas las virtudes en grado perfecto y con la suma pleni- tud de dones del Espíritu Santo, y del mismo modo fué conveniente que Dios adornase á aquella Virgen, á quien destinaba para que fue- se su Madre , con cuantos dones , gracias y privilegios convenían á su dignidad , sin dejar de darla uno solo; pues exige la naturaleza de las cosas, que la Madre sea ensalzada, adornada y deificada mucho más (1) Hebr.,cap. 1, v. 4. (2) Psalm. 96, v. 7.
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