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165 dre, yle hizo patente su dolor, porque sólo ella podía apreciar el amor que su Hijo la tenía, y sólo éste podía medir el que ella le te- nía: á él. Así se comprende por qué, al aproximarse los últimos momentos del Hijo de Dios humanado , su Madre se dirige silenciosa «l Ingar del suplicio, á,donde «¡podemos decir que va, nó para llorar, sino para amar. Miéntras que su Hijo se encuentra clavado en la Cruz con duro hierro , ella está en pió,. firme y generosa, envuelta. su alma en- tre mil olas de amargura, y quizá brotando de sus párpados silencio- sos arroyos de lágrimas. ¡Ay! Podrá ponerse en duda, si la Virgen fuerte é intrépida lloraba, 6 no lloraba , en tan doloroso trance ; pero nadie dejará de decir que amaba, y amaba á su Hijo con un amor que sólo podía apreciar el paciente. Porque allí tambien, en medio del tumulto del populacho enfurecido, habia un lenguaje divino, que se dirigían mútuamente el Hijo y.la Madre. Velala éste ofreciéndole su corazon para consolarlo en sus aflicciones infinitas, y la decía es- tas palabras : ¿A qué has venido, paloma mia? ¿Por qué te apresuras á venir aquí? ¿A dónde vas, oh Madre querida? Relírale, pues estás crucificada (1). Oia. estas palabras , que salían del corazon de su Hijo y respondíale la Madre: Oyeme, Hijo mio , te lo ruego: recibeme en ¡u-patíbulo , para que los que viven en una misma carne , y lienen.el mismo amor , perezcan tambien con una misma muerle (2). En esta escena se ve campear el amor de la Virgen hácia su Hijo con tanta valentía , que no parece amor de criatura, pues descuella por todas partes lo inmensurable y hasta lo infinito. Su Hijo, en ver- dad había llegado á un estado de pena y. dolor infinito, por. .efectlo de una conflagracion infernal de los ángeles malos y de los hombres per- versos; cuanto puede ocurrirsele al entendimiento aventajado de Sa— tanás,. y cuanto puede inventar la malicia humana, arrastrada á la venganza por un odio inveterado , que despues de mil tentativas inú- tiles, se sacia en su. víctima,. todose había puesto en accion. para atormentar á Jesús. Agréguese á esto, que miéntras de la tierra no salían contra él, sino anatemas , dicterios , insultos y blasfemias, no bajaba del cielo niuna gota de rocío sobre. aquella alma sedienta y acongojada ; su Padre Jo tenía. entregado al dolor, al sacrificio, á la muerte; y era su padecer infinito. Al presentarse la Madre de Jesus .en está escena, es preciso decir que. esta. mujer singular viene al lugar del. suplicio 4 combatir, á en- trar.en competencia con cuantos persiguen á.Jesus y. ie atormentan, para ver si puede con sus consuelos , más que todos. con sus odios y (1) Div. Laurent. Justin., de Agon. Christ., cap. 11. (2) Div. Bernard. de lamentat. Virg.
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