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1635 ¿Cuánto mejor que Jacob , pudo exclamar María que no habian que- dado defraudadas sus aspiraciones? Hasta el momento en que se la anuncia que va á ser Madre de Dios, lo amaba con un amor que sólo de ella era conocido. Era una especie de semilla que había sembrado en su pecho santísimo el Espíritu Santo , que la predestinara para es- posa suya. Cuando llegó la'ocasion oportuna, este gérmen que había estado alimentándose en el corazon de la Virgen, pulula, se desarro- lla y crece de un modo incomprensible en el alma de la Madre. ¡Ay qué placer siente el corazon creyente al pensar en lo que su- cede entre Dios y María; desde que aquél nace y ésta lo mira como cosa propia suya! María no respira para sí, sino para Dios: nj existe ni se alimenta para sf, sino para Dios: ni se mueve ni trabaja, sino para el bien de Dios. Dios tiene frio, y Marialo faja y lo envuelve en pa- ñales; Dios tiene hambre, y María le da su sagrado pecho; Diosllora, y María lo acalla arrimándolo á suseno, besando sus mejillas y di- ciéndole con amor-: no'llores, hijo: mio, luz de:mis ojos ; no llores, vida de mi corazon. Dios es perseguido por un tirano, y María lo es- conde, María lo salva, María lo protege entre las palmeras del de- sierto, entre las soledades de Egipto, y entre los peligros de los ca- minos desiertos. Por mucha exteasion que demos á este amor, nunca podrémos llegar á sus limites; no: sólo es el amor de la gracia, sino el de la natu= raleza; no sólo es.el amor libre que procede de un corazon que sejcon= sagra todo al Sér infinito, sino el amor necesario en el corazon de la madre para con su hijo. No sólamente es moralmente imposible que María deje de amar á Dios , sino que hay. una imposibilidad física y natural para que esto pueda suceder. Considérese la gran distancia que hay entre el amor: de los hijos y el de las madres, y lo compren= derémos. Nosotros amamos á nuestra madre con ternura filial en los dias de nuestra inocencia; despues empezamos á encanlarnos en otros objetos , y áun no saliendo de la línea de la justicia, partimos nuestro amor entre distintos séres. Hijos hay tambien, que se olvidan dela que les dió el sér, y no han fallado monstruos que la han injuriado. Pero una madre no se olvida jamás de su hijo, ni su corazon se res: fria en el amor que letiene, y es este tan extenso, que la cuna y la tumba del hijo no son aún:el limite suficiente para él , pues su cariño traspasa las regiones del tiempo y franquea la eternidad. Este es el amor de toda.madre racional: Esta es tambien la natnraleza del amor que anima al corazon de María, aunque exceda infinitamente al de todas las madres, por el cerazon de donde sale, y el oljeto 4 que se dirige. Si pudiéramos ha- bar de Dios como hablamos de los hombres, discurririamos así: es imposible que Dios se olvide de María, porque es su Madre; tambien lo es que Maria se olvide de Dios porque es su Hijo: es imposible

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