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144 en una carroza , hasta que , llegada la hora, descienda de ella para decir á los hombres que El es el Hijo de Dios, que viene á dar su vida por ellos, y á salvarlos del pecado y de la muerte. Esto han dicho de la Virgen los Santos Padres ; esto dirémos nos- otros , confesando que balbuceamos cuando hablamos de ella. Pero véase hasta qué pnnto tan calminante sube San Isidoro de Tesalóni- ca al hablar de esta materia , y se comprenderá con cuanta razon afir- maron que esa Vírgen es la reguladora de las obras de la redencion. «No es , dice, tan solo Madre del Verbo porque lo parió, sino que es en cierta manera Madre tambien de la bondad creatriz del mismo Ver- bo , por cuanto ella fué la condicion y la causa , por las cuales la vir- tud del Verbo, que tantos bienes ha producido , se haya manifestado. Y, si nos es lícito decirlo , afirmarémos que aquella Virgen beatisi- ma, ántes que viniese al mundo acompañó á Dios en la creacion de las cosas , y junto con él las condujo á la hermosura que tienen, así como despues de su venida trabajó juntamente con él, para adornar con nueva hermosura á esta universidad de las cosas. Y no sólo las cosas que existen ahora, fueron hechas en gracia de ella, sino que cuanto haya hasta el fin del mundo y sea digno de esplendor, se ha de contar por un beneficio suyo : porque esta Virgen existe por nos- otros , y nosotros existimos por ella (1). Con la misma precision explica esta materia, aunque en modo más lacónico, el santo Obispo de Hipona, quien al contemplar la acti- tud espectante del-ángel, cuando explicó á la Vírgen el misterio de la Concepcion del Verbo divino en su seno purísimo, la dice estas pa- labras : «Responde ya, oh Virgen sagrada; el ángel está esperando tu consentimiento, y por eso nada más está detenido ese embajador celestial. Dios está en la puerta: el ángel, á quien detienes, está en espectativa. Uh María, el tiempo todo, que se halla en cautiverio, te pide tu consentimiento ; el mundo te hizo á tí fiadora de su palabra, y te ruega que por medio de tíse subsane el error de los primeros pa- dres; tendrémos entrada en los cielos si tú prestas tu consentimiento; da tu palabra y sentirás la virtud de Dios. ¿A qué esperas, oh Virgen? Responde una palabra y tendrás tu Hijo; abre tuseno de rosa , oh (1) Serm. de Annuntiat., núm. XXI. Otras muchas cosas dice este Santo Padre hablando de lo que es y vale la Virgen, como por ejemplo , que su carne benditísima y virginal es la medicina para curar del pecado, y que la sagrada Eucaristía es la cena que ella preparó en su seno virginal; lo que demuestra las ideas sublimes , que tuvieron de la Virgen los Santos Padres. Pero es necesa- rio tener siempre presente , que «si bien ninguno ha podido explicar to- davía todas las grandezas de la Virgen, todos convienen en decir, que ia ha hecho su Hijo por salvarnos, se lo debemos tambien á su Madre.

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