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143 sólo porque ella viniese á la vida, hubiera Dios hecho todavia mayores portentos de su sabiduría y poder. No obstante, esto, es preciso tener presente que las vbras de Dios, que terminan en la creacion, si bien llevan el sello de su sabiduría in- finita, no son, sin embargo, el apogeo , por decirlo así, del poder divino; porque hay otras en las cuales intervienen por parte de Dios mismo, no sólo la sabiduría para coordinarlas y la omnipotencia para realizarlas , sino la misericordia para moverse á decretarlas , y el amor infinito á ciertas criaturas, en cuyo beneficio hace esos portentos de su inmensa caridad , sin que haya más motivo ó fundamento para esas obras, que su propia bondad y su infinita piedad. En este supuesto, ¿podrá afirmarse que alguna criatura tiene que entrar á tomar parte con Dios á llevar 4 cabo estas obras? ¿Podrá decirse que esa criatura es tan necesaria en la ejecucion de esas obras, que si ella no sale á la escena , Dios no puede ejecutar sus planes, ni ostentar la fuerza de su poder, ni delinear en el inmenso cuadro de sus grandezas infinitas los rasgos que más lo enaltecen , ni manifestar á todas las generacio= nes, que si es infinito en saber , en poder, en hacer, no lo es ménos en amar y en tener misericordia? Pues bien, esto sucede cabalmente en la obra de la redencion del hombre, para cuya ejecucion era nece- sario el concurso de una Vírgen, sin cuya presencia Dios no podía dejarse ver de los hombres, ni enseñarles su doctrina hablando con ellos, ni morir por su amor, ni ofrecer su sacrificio, ni derramar su sangre, ni salvar al reo, ni aplacar al juez, ni cerrar el infierno, ni abrir el cielo. Alla personalidad es ésta, de la cual podemos decir, que si bien esa Virgen que la lleva, no es Dios, es algo que pertenece á Dios, pero de una manera que no puede ser sino exclusivamente de esa Vír- gen. Porque enhorabuena que el Hijo de Dios sea quien , con sus mé- ritos infinitos, aplaque al cielo y salve al hombre; pero nada de esto puede hacer, si no toma nuestra naturaleza en el seno de esa Virgen, y ella no le da su sangre para que sea suya ; es decir, la sangre del Hijo de Dios, que se ha de derramar sobre el altar del sacrificio, y ha. de dar satisfaccion abundante y cumplida á su Padre por los peca= dos del mundo. Y en ese caso, ¿qué viene á ser esa Vírgen en los designios de Dios, en los planes de su Providencia , en los destinos de la humanidad , y por fin, en la obra más portentosa, Ó mejor di- cho, en el indecible tejido de las obras del Hijo de Dios humanado? No hay que dudarlo : esa Vírgen tiene que ser la reguladora de las operaciones, para que salgan segun los planes que Dios ha formado: ese Dios ha de ser niño, mancebo, jóven, varon perfecto; pero no ha de querer mostrar al mundo su divinidad, hasta el momento en que se prepare ya para ir á ofrecerse en sacrificio: y hasta ese tiempo esa Virgen tiene que ser la nube ligera en que vaya él marchando como

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