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Aie Es pra e CARNE 134 hado de rocío y ardiendo al mismo tiempo; zarza abrasada de fuego y no destituida de su verdor; nube del dia, que enseña el camino; columna de fuego, que ño sólo lleva dentro de sí el fuego divino, sino que da valor al pueblo nuevo y divino, para que pelee contra el Faraon espiritual; piedra que brota miel, es decir, al Verbo divino; vara que germina la flor, que es gloria y fragancia del linaje huma- no; tierra nunca' arada ni sembrada, que lleva fruto nutritivo; arca nunca tocada ; huerto inviolable ; lámpara siempre encendida ; templo inaccesible; monte no cortado, y lleno “del verdor de las virtudes; tabla escrita por Dios; urna que encierra á Dios; mesa, en que está el pan de la vida; lecho, en que descansa el que es poderoso; escala, por la cual Dios baja y el hombre sube, por salir de la tierra y tocar al cielo (1).».Pero es preciso confesar, que de todo lo que las Escri— turas santas contienen, ora sean narraciones mezcladas de cosas pa- sadas y presentes, ora oráculos que anuncian lo venidero; de cuanto han escrito los profetas en sus páginas empapadas en un mar de mis- terios, y en sus cánticos, llenos de la poesía más sublime cuando cantan las maravillas del Señor, y de cuantas escenas nos refieren, en las cuales relumbran sin cesar brillantes rayos de fe y de piedad, se desprende el gran plan que Dios tenía en su mente, y había deter= minado llevar á efecto en la época señalada por El ; y era este plan el de llamar á tomar parte en la obra más culminante de su omnipoten= cia 4 una Mujer, quien siendo pura criatura, trabajase con Dios á la manera de Dios (2), y le ayudase á restaurar el mundo. Esto dicho, no hay que pronunciar una sola frase más, para po- (41) B. Joann. Geometr. serm. in Annuntiation., n.? XXV. (27 Sorprendente es esta locucion, pero no es nuestra, así como no lo són las ideas que ella entraña : véase cómo trata esta materia San lsi- doro Tesalonicense: «Como conviniese, dice, que nadie sino un hombre de la misma naturaleza levantase al hombre de su miseria, y que éste fuese no un sér humano cualquiera, sino uno idóneo por la eminencia de su virtud, el cual se asociase á Dios en esa obra (pues la caida había sido demasiado grave, para que pudiese el hombre, dejado á sí mismo, procurarse el beneficio de: su levantamiento), fué necesario, en ver- dad, que fuese criado un sér humano enteramente nuevo, y que se acercase mucho á Dios , el cual pudiese presentar la medicina. Y este sér humano, sobremanera admirable y digno de toda alaban- za, es la Virgen María, que Dios con suma solicitud anunció , diciendo que ella tenía la virtud necesaria para tan grande obra, y al efecto la hizo á su semejanza; quien trabajando con Dios á la manera de Dios, pudiese salvar á esta gran criatura, al hombre. Tamque fecit hominem ad similitudinem suam , quí instar Dei simul cum Deo operans, magnam hane creaturam , hominem inquam , salvare posset. (Div. Isidor. Thessa- onic.. serm. in Deipar. Annuntiat., n.* XXI.)
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