BCCPAM000542-2-34000000000000

A a Let? an E | | | V | RS ¿ — a 120 Dios movió la tierra al realizarse el gran portento del parto de la Yír- gen; y por fin , movió el mar y las islas, cuando éstas oyeron pro- nunciar el nombre de Cristo (1).» Aquí sí que el movimiento es grande y asombroso , porque se des- cubren leyes que la razon no sólo no puede comprender , pero ni al- canzar. ¿Cómo llegaría ésta á saber, que Dios se había de hacer hombre, el invisible visible, el infinito limitado , el impasible pasible y el inmortal mortal ? ¿Cómo había de sospechar que lo inmenso se había de encerrar en el seno de una mujer , y que en una sola perso- na había de haber dos naturalezas de una distancia infinita, no per— judicando la infinita á la limitada, ni causando ésta á aquélla el más mínimo desdoro , no confundiéndose , no absorbiendo la mayor á la menor, sino quedando cada una con sus propiedades y atributos esen- ciales? Esto no podía ser rastreado por la razon humana, así como no podía comprender que una mujer quedase virgen siendo madre ; por- que la ley general de la naturaleza le enseñaba, que la integridad virginal quedaba aniquilada., desde el momento que la honra de la maternidad se presentaba con todos sus fueros; ni mucho ménos pu- día comprender , que una mujer llegase á ser madre, sin que Ja prole tuviese que rendir á su padre los homenajes inherentes á la paterni- dad , pues era estable la ley general que el Criador impusiera 4 los hombres. Era este el gran movimiento de los cielos y de la tierra, que tenía que verificarse, interviniendo en él tan sólo dos séres , Dios y la Víir— gen; movimiento admirable , que tenía en espectativa á todos los pue= hlos de la tierra, al creyente yá los incrédulos (2), porque todos vi- (1) Lib, 48, de Civ. Dei. cap. 33. (2) Era tan fuerte la impresion que había hecho en los judíos el saber por las profecías, que la época en que vivían era la que había de dar al mundo el. Mesías esperado , que Suetonio (in Vespasian., cap. 4) afirma que , llevados de esta creencia los hebreos, se rebeláron contra los ro- manos , creyendo en su obcecacion que su Mesías destrozaría á todos los enemigos del pueblo de Dios, Pero lo asombroso es , que en Roma mismo hubiese una idea, aunque fuese confusa, de este gran movimiento y re- volucion universal, que era ya inminente. Léase porun momento la égloga IV de Virgilio, en la cual para lisonjear á su amigo Polion y á su esposa Lucina , atribuye al hijo que ha de nacer de ellos, todo lo que la voz general propalaba que había de suceder en el consulado de su tiem- po: léase y compárese lo que dice el poeta del Lacio, con lo que anun- ciaban los profetas del pueblo creyente. «Va á nacer, dice el poeta, el niño bajo cuyo imperio desaparecerá la edad férrea que aflige al mun- "lo ; se acerca el momento en quese han de borrar las huellas del crí- «men universal, y ha de desaparecer el terror de la tierra. Dios ha de "ser ese niño, pues recibirá la vida de los dioses.» Dicho esto, el poeta se dirige al niño. y lo anima á que emprenda su marcha , poniéndole delante el estado del mundo, «encorvado y vacilante con el peso de sus

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz