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119 época. Ocupa tambien muy poco nuestra atencion lo que pudo ocurrir, y áun ocurrió en el órden de los milagros y portentos, que refieren historiadores dignos de crédito, y de cuya veracidad da testi- monio la tradicion, conservando en monumentos indelebles lo que contienen los escritos de los sabios (1). Y no es , que cualquiera obra 6 evento , que sobrepuja las fuerzas de la naturaleza ó la altera , pro- duciendo efectos que no alcanza á dar ella á luz con sus fuerzas , no deba llenarnos de alegría, al ver la mano de Dios en cada uno de ellos ; sino porque son estos prodigios del último órden, y apénas lla- man la atencion, comparándolos con otros de una naturaleza infinita mente superior á los primeros; y tales son los que se notan en la ge- neracion temporal del Hijo de Dios en el seno de una mujer, siendo ésta virgen , y no dejándolo de ser por ser madre. Los Padres de la Iglesia hacen mencion de todos estos prodigios para alabar á Dios. «El Señor, dice San Ambrosio, había movido el cielo y la tierra, cuando libraba á su pueblo de la. servidumbre de Egipto; había movido la naturaleza , al poner una columna de fuego en el cielo , al descubrir la tierra entre las olas, al dar una muralla al mar, al formar un camino en las aguas , al allegar cada dia una mies de fruto celestial en el desierto, y al hacer que del peñasco saliesen torrentes de agua potable. Tambien lo movió en la pasion de nuestro Señor Jesucristo, cuando el cielo se cubrió de tinieblas, el sol huyo, los peñascales se hundieron, los sepnleros se abrieron , y los muertos se levantaron de sus túmulos (2).» Aquí tenemos reducidos á epítome los portentos del segundo órden : pero el padre San Agustin se eleva á contemplar los de una naturaleza superior, diciéndolos todos en dos palabras: «Dios, dice, movió el cielo cuando se encarnó Cristo; (4) Suetonio habla en el citado libro, del milagro que ocurrió en Roma, cuarenta años ántes del nacimiento de Cristo; y el historiador eristiano Osorio nos dice (lib. 6 , cap. 20), que este portento fué el haber manado una fuente de aceite en aquella ciudad por todo un dia. Hoy dia aún se ve en la iglesia de Santa María trans Tiberim, una: lápida que dice estas palabras : En esta iglesia , que fué la primera consagrada a la Madre de Dios , brotó del suelo una fuente de aceite en otro tiempo, cuan- do era una casa de disolución, y prefiguró el nacimiento de Cristo. Otros muchos prodigios sucedieron por el mismo tiempo en Roma, pues se- gun refiere Diodoro Siculo (en el lib. 37), «muchas estatuas heridas por el cielo se derritieron, siendo marmóreas, como si fueran de cera; otras cayeron de sus nichos , y entre ellas una de Júpiter, colocada so- bre una gran columna ; tambien cayó por tierra, sin saber cómo, la es- tatua de la loba, consagrada con Rómulo y Remo; y por fin los caracté- res sacros con que estaban escritas las leyes en varias columnas , se confundieron y borraron de tal manera, que no había modo de poder- los leer, sucediendo todo esto en el Capitolio.» (2) Div. Ambros. in cap. 2 Agg.

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