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116 los ricos despojos ganados en una gran batalla (1); aquella santa hi- laridad del pueblo por haberse despedazado el yugo que le sujetaba, y haberse roto el cetro tiránico del exactor implacable, tenía su orí- gen en este prodigio , porque con él ha podido nacer aquel Niño , dado á todos para que extendiera su imperio en la tierra , y la paz no re- conociera termino ni fin (2), euyo nombre sería Admirable, Conse- jero, Dios , Fuerte, Padre del siglo venidero , Príncipe de la paz. Y no sólo van á parar á este vaticinio todos los de Isaías, sino tam- bien los de los demas Profetas. Vese en primer lugar abrir sus labios moribundos al patriarca Ja- cob, que fija su vista penetrante en el Niño que ha de nacer algun dia, á quien llama la esperanza de las naciones (3). Viene Miqueas des- cubriendo las calamidades de los pueblos, y anuncia que Dios los ha de tener abandonados á todas sus miserias, hasta que no llegue ele tiempo en que parirá la que ha de parir (4f. Grandes son los por- tentos que para esa época describe el citado Isaías, compendiándolos en estas palabras: En este momento romperá (el Niño divino) el lazo alado sobre todos los pueblos, y la tela que urdió el enemigo sobre todas las naciones. Despeñará á la muerte para siempre, y enjuga— rá las lágrimas de todos los semblantes, y quitará de toda la tierra el oprobio de todo su pueblo (5). El cambio que ha de haber en los hom- bres cuando se vea ese Niño de la Vírgen de Israel, tenía que ser tan grande, y los frutos de virtud tan copiosos, que el profeta Joel no sabe explicarlo, sino poniendo la metáfora más sublime y encantado- ra; pues dice que en aquel día los montes destilarán dulzura, y los collados mánarán leche (6). (1) Isai., cap. 9, v. 3. (4) Mich., cap. 5, y, 3. (2) Ibid.,v. 7. (5) + Isai. , cap. 25, v. 7,8. E) Gen., cap. 49, v. 10. (6) Joel., cap. 3, v: 18. Por no mezclar lo sagrado con lo profano, no queremos hablar en el texto de la obra de la admirable analogía que hay entre las profecías inspiradas y algunas sentencias, que se encuentran diseminadas en las obras de los poetas antiguos, las cuales hablan de cosas grandesy estu- pendas, que tenían que suceder muy pronto. Baste para comprobar esto, referir aquí los versos de la égloga.4.* de Virgilio, que dicen así; Ultima cumeti venit jam carminis etas, Magnus ab integro seclorum nascitur ordo. Jam redit et Virgo, redeunt salurnia regna, Jam nova progenies celo demittitur alto. Habla aquí el poeta de grandes y saludables revoluciones, que se operarían en la humanidad , de un nuevo órden de cosas que iba á em- pezar, las cuales dependian de dos cosas , á saber: de la aparicion de una vírgen, y de la venida del cielo de una prole divina. La nueva edad de oro, que el poeta describe , supone que hubo otra, enya descripcion

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