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109 Era esta una gloria singular, que Dios reservó en sus consejos para una sola criatura , y era la escogida para ser Madre del Reden- tor. Dios mismo se complació en decir 4 los mortales, que esta mujer había de existir ; y se lo dijo, cuando la humanidad estaba en su cuna , reservándose el inspirar más tarde á los: profetas el modo de su existencia, y el manifestarles sus excelencias y prerogatiyas. Y po— demos decir, sin titubear , que asf como todo lo que acaeció al pue- blo escogido , era, en sentir de San Agustin (1), una profecía per- manente del Rey que habia de venir, así todas las profecías tenían por objeto mediato ó inmediato á su Madre, como lo dijo en el concilio de Efeso San Cirilo de Alejandría, y como lo afirma San Buenaven- tura en el himno que compuso para alabarla,. diciéndola estas pala- bras: Los profetas te alaban, diciendo con alegría , que tú fuiste el objeto de todos sus oráculos. Todas estas profecías tenían por objeto tres excelencias de la Vír- gen, por las cuales es superior, no ya á los hombres sino 4 losánge- les ; y son su inmunidad, su virginidad y su maternidad, Por muchos siglos fueron aquéllas más bien simbolizadas , que expresadas con cla- ridad: pero aquéllas siendo figuras, y éstas sentencias , iban á signi- ficar lo mismo. El Espíritu Santo hablaba por los profetas, y decía que su amiga era entre las hijas de Adan como el lirio entre las espi” nas (2), y la llamaba toda hermosa, sin mancilla, y la escogida en— tre millares (5). De ella se decía que era un sol, donde Dios había puesto su tienda, y que de esa morada saldría él como un esposo que se levanta de su lecho (4). Era ella la ciudad de Dios, cuyos ci- mientos radicaban en los montes más elevados de santidad, y de la cual se decían cosas verdaderamente gloriosas (5). Era ella. tambien aquella casa que edificó para sí la Sabiduría eterna , fabricando en ella siete columnas y adornándola como para ser habitacion del Sér in- creado (6). Y ¿qué otra cosa era sino una profecía simbclica de la vir- ginidad de María aquella zarza del Horeb llena de un vewdor inmuta— ble en medio de tantas llamas como la rodeaban por todas partes (7)? ¿Qué otra cosa era el véllocino de Gedeon , empapado en el fresco rocío de la noche, miéntras la era, en que estaba tendido, permane- cía árida y seca, y se mantenía seco y enjuto, cuando la tierra ama- necía empapada y redundante en agua (8)? A este género pertenecen todas las comparaciones que ha hecho (1) De consensu Evangelist., lib. 1, (3) Ibid.86,v. 2, 3. cap. 11,n.17. (6) Prov/cap.9,v. 1. 9) Cant. , cap. 2; v. 2. (7) Exod., cap. 3, v.2. 3) Cap.¿,v.?7. (8) Jndic., cap. 6, y. 37. 4) Psalm. 18, v. 6.

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