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107 gacion de santos echaría raices profundas como los cedros del Líba= no, y extendería sus frondosas ramas de mar á mar, de conofiná confin, llenando toda la tierra (1). Fué dicho, que daría Dios á sus hijos un corazon nuevo, suave y sensible , en el cual escribiría con su propio dedo sus leyes y preceptos (2). Fué dicho , que esta Iglesia no se llamaría ya la desamparada, porque el Señor la llamaría su amada , su querida, y estaría en ella, y pondría además guardas en sus muros, que no callasen ni de dia ni de noche (5). Fué. dicho, que pondría Dios una señal en los hijos de esta Iglesia, y que de los que fuesen salvos , enviaría á las gentes, al mar, al Africa, á la Si- ria, á la Italia, á la Grecia y á los que no habían oido hablar de él, ni vieron su gloria , y la anunciarían á todas las gentes, y que de es- tos mismos convertidos tomaría Dios sacerdotes y levitas, porque así como el cielo nuevo y la tierra nueva están delante de Dios , así esta- rían para siempre en su presencia esta santa semilla y este santo nombre (4). Todo lo que constituye la esencia y las propiedades de la Iglesia que había de fundar el Redentor, se había anunciado con claridad per- fecta, aunque revestida de la santa oscuridad, con la cual se excita la fe, que cree lo que no ve, porque Dios lo ha revelado. Estaba anun- ciado que la Iglesia sería una, pues dijo Isaías con la más admirable precision , que Dios pondría en Sion una piedra, piedra angular; es- cogida, preciosa, fundada en el cimiento (5); por Ezequiel , que Dios mismo vendría á buscar á sus ovejas, y las visitaría , salvando á su rebaño de la rapiña , siendo este pastor uno solo , que sería el verdadero David (6); por Moises, que vendría un legislador, 4 quien únicamente tendrían que oir todos, so pena de no pertenecer al pueblo santo si no lo hicieran (7); y por Isaías, que estaría siempre á la vista de todos el maestro de la verdad y el doctor del cielo (8). El mismo había preconizado que sería sanía, y convidaba á Sion á que se alegrase y alabase á Dios, porque era grande el Señor que vivía en medio de ella , el Santo de Isr::el (9). A la casa de Dios, di- jera David, conviene la santidad (10); y sería ésta tan copiosa, que con la mayor plenitud derramaría Dios el espíritu de santificación so*= bre tóda carne, y se santificarían las doncellas y los mancebos, los niños y los ancianos, los siervos y las criadas (11). Tambien habían hablado los profetas de su catolicidad; pugs Dios se deja ver diciendo á (1) 0Os., cap. 14, v. 6. (7) Deuter, cap. 18, v. 18. 2) Ezech., cap. 36, v. 26. (8) Cap. 30, v. 20. 3) Isai., cap. 42, v. 6. (9) Cap: 12, v. 6. 4) Ibid.,cap. 66, vv. 19,21 y 22, (10) Psalm. 92, v. 5. (5) Cap. 28, y. 16. (14) Joel. , cap. 2, v. 28. (6) Cap. 34, v. 23.

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