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105 á Jesus; pide, Madre mia, contesta éste , pues no es justo que yo te desaire. No es posible que el Hijo niegue nada á la Madre ; pero su- pongamos , por imposible , que aquél no accediese á las súplicas ma- ternales; entónces , 4 no dudarlo, se reproduciría en la Madre de Jesus lo que hace cada madre para ablandar el corazon de su hijo. Hemos concluido de delinear cuanto prefiguró la madre de Salo- mon en aquel momento en que entró en el salon del trono con el fi de pedirle una gracia para un príncipe desgraciado. Y no hemos se- guido en esta descripcion más que las huellas de los Santos Padres y doctores de la Iglesia , que así lo vieron y explicaron; y para poner el sello á esta materia, añadirémos el admirable razonamiento de San Bernardino de Sena, quien despues de describir la entrada eloriosa de la Vírgen en el cielo, la manera sorprendente como lo atravesó todo apoyada suavemente sobre su Hijo, y el modo con que fué colo- cada en el trono augusto á la derecha de aquél añade estas palabras: «Todo esto fué figurado misteriosamente en los libros santos , en uno de los cuales se refiere, que Salomon al ver entrar á su madre, se levantó del trono, la salió-al encuentro, la adoró profundamente, sentándose en su trono, y ordenando que se le pusiera otro á su de- recha para que aquélla se sentase ; en lo que hemos de contemplar ese encuentro admirable , pues Salomon se levantó para recibir á su ma- dre; esa adoracion maravillosa, pues en verdad Salomon la adoró : y esa elevacion altísima , puesto que el trono de la madre fué puesto al igual de el del Rey, y á su mano derecha. Así tambien se levantó Je- sus glorioso para salir al encuentro de su dulcísima Madre (1). De cuantos tipos presentó la Providencia en las edades antiguas, sobre lo que había de ser la Madre de Dios hecho hombre, no hay dos que tan completamente abarquen el complexo de la existencia de esta nobilísima criatura, como los descritos en estas dos princesas, cuya existencia y acciones típicas han ocupado la materia que acaba- mos de tratar. Ester, la doncella honesta, que jamás consintió en el deseo más mínimo que manchase'su corazon , y fué escogida entre millares para ser la esposa de AÁsuero, y en virtud de esta eleccion estaba exenta de la ley de muerte promulgada contra todos log que intentasen penetrar, sin ser llamados, en presencia del monarca, y cuya exencion por fin era un secreto encerrado en el corazon del mis- mo legislador. Ester, llena de gracia y hermosura , á quien el Rey, temible como un leon , llama en presencia de todos sus corlesanos, hermana, y la toma en sus brazos para que no desfallezca, y la dice que nada tema , porque la ley de muerte no se* ha sancionado para ella , es el tipo más adecuado de la Virgen , predestinada en los con= 3 s (1) Tom. 3,Serm. 11, art. 2
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