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101 ángeles , que se aglomeraron en derredor de ella para ver á una Vír= gen vestida del traje más rico de oro, rodeada de mil variedades y adornada con todas las virtudes , sentada á la*diestra del Señor (1). Así hábla este Santo de la granddza de aquel dia y de lo que pasó en él ; pero despues sigue describiendo la naturaleza del trono donde se'reclinó María, y con una verdadera poesía , donde nada tiene la imaginacion , sino una como inspiracion celestial, va describiendo los dulcísimos' coloquios del Hijo con la Madre , encerrados todos en aquel apoyarse la Virgen en el brazo de su Hijo , y descansar su Ca- beza sobre el pecho de su Hijo querido, que es la gloria de los ánge- les. ¿Qué valen todos los tronos del cielo, pregunta este doctor , con el que tiene la Vírgen? La diferencia es inmensa, y á su lado los santos, y áun los más encumbrados serafiñes, son unos pequeñue- los. ¿Dónde hallarían' ellos tronos en que sentarse , si Dios no se los formara? Pero contemplad lo'que hacé esa Virgen; ella va al cielo, 4 reclinarse en el trono que ella misma sé há formado. Oígase al mis- mo Padre :' «María ,' que había engendrádo al Rey del cielo, penetró 'en éste cargada de riquezás', y apoyándose suavemente sobre el mis- mo Rey , fué á colocarse en el reclinatorio de oro de la majestad infi- nita descansando entre los brázos de su Hijo, y diferenciándose de los demas santos y ángeles de una manera admirable é inefable, sien- do así que éstos descansan” en los tronos que Dios formó, miéntras Maríá'se recliña en el que ella misma hizo, es decir , en el Hijo que engendró (2). Con lá misma claridad y precision explican 'los Padres las admi- rables relaciones, que hay entre el Hijo de Dios y' su Madre, de las cuales resulta que es imposible que ésta abra sus labios para pedir y que aquél no otorgue la gracia. Para explicárnoslo en términos ade- cuados á lo que vemos entre nosotros , estos hombres , verdaderamen- te llenos de fuego celestial”, se imaginan escenas en el cielo, seme- jantes á las que se ven ó pueden verse en la tierra, las cuales son por su naturaleza arrástradoras de los corazones que toman parte en ellas, Aquí, cuando algun hijo sé encuentra algo rehacío “en seguir los de- seos de una madre que se lós descubre, ó se dejá ver con corazon algun tanto duro para con la que lo engendró, no' concediéndola lo que le pide', vemos que la madre recutre al armá Más poderosa que la ha dado la naturaleza para cautivar , para convencer y para ablan- dar al hijo, que intente mostrar algun desdén hácia la" que lo engen- dró. Mira, hijo, dice la madre ; mirá este seno donde ta llevé nueve meses ; mira estos pechos ' que te han dadola 'vída', y 'no niegues ú (1) S. Petr. Dam., serm, de Assumpt. (2) 1Td., ibid. A

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