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100 Rev inmortal de los siglos. Franqueó la Reina los dinteles del regio aposento , y apénas el Rey la vió venir, se levantó de su asiento , salió al encuentro de su madre, y la adoró con profunda reverencia. Ni se contentó con esta deferencia, de que no hay memoria en los ana- les antiguos , pues dispuso que á la. derecha de su regio asiento se pusiese otro para Su madre , en el cual la hizo colocar, nó «sin sor— presa y admiracion de los oficiales del alcázar del monarca. Allí fué , donde el tipo de las grandezas de la futura Madre del Redentor recibió su última pincelada; allí fué donde se descubrieron en dos palabras las admirables relaciones, que ligarían eternamente los corazones del Hijo y de la Madre. Una vez sentada Betsabé junto á su hijo, le dirigió la palabra , diciéndole que tenía que pedi rle una gracia, y que esperaba no quedar desairada en su peticion ; á.lo que el Rey lleno de sabiduría, y dando á cada una de sus palabras una significacion de afecto y de cariño, la dijo las siguientes: Pide, ma- dre mia, pues no es razon que yo le haya volver el rostro (1). Este fué el razonamiento que medió entre un hijo lleno de gloria y majes- tad por ser el monarca más grande de la tierra, y una madre llama- da á: ser participante de esta misma gloria. En vano buscarémos ya el nombre de Betsahé en los muchos dias de reinado de Salomon , que no lo encontrarémos. Era esta escena el tipo del primer paso que la Madre del Rey de los cielos daría en su vida inmortal y gloriosa , que duraría para siempre y no se mudaría jamás, Lo que Salomon dijo á su Madre en los primeros dias de sn reinado , señalaba la marcha que los negocios de su reino habían de llevar: á él le pertenecía otorgar gracias , 4 su madre el pedirlas; élla podía hablar como madre, él no podia negarla nada como hijo. Otro tantd había de suceder en el dia de la entrada triunfante de la Virgen en el cielo: subiria allí para reinar con su Hijo; él, como autor de toda gracia , las repartiría á los morjales ; pero las babía de pedir ántes su Madre tierna y cariño- sa: ósta no podía ménos de pedir , aquél no podía negarla nada. Así tratan de esta materia los Padres de la Iglesia, «al hablar de la Asuncion de María Santísima á los cielos, explicando por partes su gloria , ora por sus dotes, ora por su trono, ora por sus prerogali- vas, y concluyendo por decir que entónces se cumplió á la letra lo que se vió entre sombras y figuras delineado, ligera pero exactamen- te, enel alcázar del rey Salomon. Véase lo que dice San Pedro Da- miano del dia que prefiguró Betsabé:. «Hermoso y más resplandecien- te que el sol fué aquel dia, en el cual la Virgen María fué ensalzada al trono del Padre celestial, y so vió colocada en el mismo asiento de la Beatísima Trinidad , teniendo en asombrosa espectativa á todos los (1) 3Reg., cap. 2, v. 20.

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