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sentimientos de ternura, la maternidad divina de la Virgen. Véase con qué fuerza progresiva y encantadora ligan estos sentimientos 4 Dios y 4 los hombres en las dulzuras de la fraternidad: férmanse primero entre Dios y la Virgen las relaciones propias de la maternidad y la filiacion, y despues - el mismo Dios traslada por medio de un santo legado 4 los | creyentes sus derechos filiales, aceptando esta el cargo de amar 4 todos los hombres como 4 otros tantd& hijos. Desde que Maria es Madre de’ Dios, tiene hacia su Hijo sentimien- tos de amor de una intensidad infinita: y por mas que este amor se vaya derramando en todos los individuos del linage humano, queda siempre en una ‘integridad. perfectisima. Sucede en el amor de la Virgen 4 los hombres lo que con su dolor en la muerte de su Hijo Dios: porque, como afirma San Bernardino, si este se repartiera entre todas las criatu- ras sensibles, se moririan todas de pena‘; y otro tanto suce- deria en sentido contrario, porque si el amor que la Madre de Dios tiene al linage humano, se repartiera entre todos los séres capaces de amar, no habria uno solo que no estuviese abrasado en los incendios a ie mas acendrada caridad hacia “Cuda pura, y protein, sea, Ganeations: humana, conside- rada en el estado que tuvo, cuando salié de manos de Dios, se ve en los afectos del corazon que tiene la Virgen 4 su Hijo;'¥ y el Hijo 4 la Madre. Sabido es que en las operaciones de aque- lla habia Ja armonia mas perfecta, pues la parte sensitiva no repugnaba 4 la racional, ni se levantaba contra ella: En aquel estado el sentimiento del corazon no pasaba de los limites que la razon sefialaba, siguiendo el dictémen de la ley divi- na: amaria la madre al hijo y seria amada de é]: se amarian el hermano, la amiga, la hermana, el padre y. los hijos, pero todo con ja pureza, santidad y parsimonia que la ley sefia- laba y sefiala: sin embargo esos afectos del corazon, aunque sean Vivificados, realzados, ennoblecidos y hasta ‘espiritua- lizados por el abns racional, tienen su principio en la parte 4 Tom. 3, serm. 61. : 4
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