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80 No puede dudarse de que dentro de nuestra alma hay un gérmen de sentimientos nobles y generosos, pues natural- mente deseamos conocer lo bello y lo bueno, y deseamos — poseerlo; ni es posible desconocer que el alma inocente, y libre de las cadenas del vicio, se levanta como avecilla ligera 4 la contemplacion de las bellezas infinitas, en vista de la hermosura del cielo y de la tierra y de los séres que hay en estos: asi. como, al fijarse en los séres racionales, se llena de santo gozo, cuando. se dirige 4 sus semejantes con amor, ora congratulaéndose con ellos en sus bienes, ora tomando parte en sus aflicciones y males, aqui afeccionando con ternura y_ caridad al padre, al hermano y al esposo, y alli estrechando en su. seno al amigo. ;Qué! ;hubiera Dios dado al hombre mn corazon sensible para lo que no es recto y bueno? Si en la de- feecion del primer hombre la concupiscencia, cual infernal harpia, arrojé su aliento inficionador sobre la razon; si esta quedé turbada y oscurgcida; si los deseos, que como el suave vapor del incienso debian subir al cielo, se condensaron y _ agarraron fuertemente 4 la tierra, no por eso desaparecié la esencia de su complexion natural ni se borré el tipo de su noble origen, ni.se trastorné totalmente su objeto y fin. - Venian de Dios y tenian que ser perfectos: se encaminaban 4 él y debian de ser rectos; tenian por fin la felicidad del hombre y serian conducentes 4 procurarsela. Eran estos deseos obra de Dios y elevaban al hombre al amor de la be- lleza infinita, por lo que ella es, y al de los demas hombres por lo que cada uno representa; pero se corrompieron con el desarreglo de Ja concupiscencia, y la hermosura infinita no fué amada, porque apenas querian verla los hombres, ar- =} ley det pecado; que éstd en los ‘miembros de mi cuerpo. (Rom. cap. 7, v. 2%.) De estas palabras y de las que les preceden se comprende, que el senti- miento del corazon del hombre es un agente vigoroso que reside en nues- . tra alma, y puede ser causa de muchos bienes, 6 de muchos males, segun el alma misma se deje llevar de sus inspiraciones; si estas son las de la concupiscencia de la carne, se arrastrard en el fango del vicio: si son las de las bellezas del cielo, subird hacia él como columna de vapor aro-

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