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66 al mismo Addn y su muger, y por fin sr ecos de la voz de Dios que habla alternativamente con los tres. La conversa- cion divina es corta, pero enfatica, ymagestuosa, de juez, de padre, de amigo, de bienhechor: en ella Dios condena, Dios perdona, Dios amenaza, Dios promete, y por fin Dios empla- za y cita4 los que alli estin para un gran dia, en el cual alguno de los que'le oyen ha de quedar castigado, vencido, encadenado, y con la cabeza estrellada y desmenuzada. Esto es lo que vemos en el paraiso; pero la fe nos eleva 4 otra region mas alta, donde pasan otras cosas que los sen- tidos no pueden ver ni palpar. Dios'tenia decretada la res- tauracion de “Adan desde la eternidad, pues tenia prevista su caida. Mas, jcdmo la tenia decretada? ;Qué pasé alld en | - los siglos eternos, cuando Dios veia que sw criatura’ predi- lecta se iba 4 echar en el abismo, de donde ella no podia salir con sus fuerzas? Véase como nos describe esta escena el Profeta y con él e] Apdstol: Padre, dijo el Hijo de Dios, ti no has querido sacrificio nt ofrenda por este pecado, porque es una ofensa infinita hecha4 la*°magestad infinita'de nuestra » Santidad, a cuya: ‘satisfaccion condigna no llegan las fuer- . 3 de 'todos sus hijos, pues ademds de ser todos pecadores, él mérito de sus obras no tendré jamds un valor infinito, cual se necesita para pagar esta deuda. Mas, a& mi me has apropiado wn cuerpo mortal, habiendo decretado que yo, que soy tu Hijo, me haga hombre, y te ofrezca un sacrificio para redencion de los pecadores, ‘hijos de Adan; y puesto que, no te han agradado holocaustos por el pecado; en- tonees dije: héme aqui que vengo para cumplir, 6 Dios, tu volun- tad, segun esta escrito de mt en el principio’. “No hay que dudarlo; esto que estaba escrito en ue libros eternosy forma el primer capitulo de la historia de las ma- ravillas’ dé Dios, tuvo su aplicacion en el paraiso. Segun los designios ‘de Dios, Adin no estuvo excluido para siempre del paraiso del cielo: pecd él, y se volvié rebelde, criminal, y.aun contumaz, pues no reconocié al momento su pecado, t Hebr. cap. 10, v. 5, 6,7.
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