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él contrajo con su muerte-y pasion. Es decir, que entre la predestinacion de los santos y la de Jesucristo, hay la dife- rencia de la causa y del efecto. Jesucristo fué predestinado a ser Hijo dde Dios ‘en la union hipostatica de la naturaleza ‘humana 4 la divina; y los santos son predestinados al cielo por efecto de esta. union admirable, en cuyo solo acto gané el Hijo de Dios humanado suficientes meéritos, para salvar 4 todos los hombres, aunque su numero fuese infinito.. En Ja predestinacion de la Virgen. hay, dos. relaciones, una decae eae termina en el primer objeto |de su misma predestinacion. Desde luego Maria no habia de salir de la nada, sino nee ser ‘Madre de Dios, lo « que ¢ onstituye el pri- “mer motivo de su predestinacion ; pero como. Ja maternidad “3ae ne la] divina ponia 4 Maria en relacion inefable con Dios, cuya Ma- dre era, y con los hombres, 4 cuya redencion se dirigia el segundo motivo, no podia considerarse su_predestinacion como un hecho, cuyas. relaciones se concluyesen éntre Dios a Deda yel alma, que es predestinada. Desde luego simultaneidad admirable en la predestinacion del Madre, la cual os iidentifica en el resultado inme- stinar ion: pues asi como la humanidad estaba |predestinada A ser unida 4 la divinidad we esucr mediante la Encarnacion, estaba la Virgen A ser Madre de Dios, mediante la union de ambas naturalezas én la persona divina, union que se habia de realizar en su castisimo seno. Para que este portento se llevase 4 efecto, tan necesaria era la predestinacion del Hijo, como la de la Madre; y si faltase una‘ de las dos, nunca el Hijo. de Dios pudiera, hacerse hombre. ~ Sucede otro tanto con el segundo objeto. de I la prodestina- cion de Maria, que es el resultado del primero. La causa efi- ciente de la predestinacion de los santos, no es mas que la misericordia de Dios, que quiso salvar 4 los hombres con los méritos de su Hijo; pero, para que este designio de la bon- dad divina tuviese su debido cumplimiento, no bastaba que su Hija fuese Solo Dios, pues era indispensable que se hi- ciese hombre. ‘Tenia que padecer y morir; y si tan solo era Dios, como dice San Agustin, no podia morir; y si ‘tan solo
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