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do en su vida, Sabido es que el Hijo de Dios no tuvo en cuanto 4 bienes temporales, ni aun donde reeli- nar su cabeza, y que nada pudo dejar 4 su Madre. Pero jqué! jE] Rey dela eternidad habria muerto sin dejar nada 4 su Madre? Lejos de eso, la dejé tesoros inmensos, bienes. infinitos, grandezas inestimables. Jesucristo al morir, dejé 4 su Madre los tesoros de las gracias que habia. ganado para la Iglesia con su muerte y pasion: habia. merecido, a, santificacion de los. predestinados, y se la entregs. 4 su Madre: ha- bia merecido las derrotas del infierno, y se las did i su Madre: habia merecido la permanencia de su Iglesia hasta, el, fin del mundo y se la dié 4 su Madre. Grande y lone como |es, la armonia, que perci- be la razon, humana en los misterios de la. religion, no solo no encuentra aquella, repugnancia alguna en _ creer los. misterios, que. esta. propone como objeto de la fe, sino que va entendiendo perfectamente la admirable hilacion que tienen los dogmas con los articulos: y una vez conocidos y creides con humil- dad los articulos, que son el fundamento de los dog- mas que de ellos se derivan, estos. se ven con toda la claridad que puede tener el alma fiel en esta vida, en la cual, si bien ye las cosas de la naturaleza di- vina en. espejo y como por enigma, como dice San Pablo, * mas, no tiene ya sobre sus. ojos el velo que habia sobre los de los creyentes del pueblo hebreo. Nosotros, dice el mismo Apdéstol, mirando la gloria de Dios sin velo, y & cara desculierta, vamos subien- I:* Cor., cap. 13, v.. 12.

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