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esta alabanza 4 la Madre de Dios, porque saben que debje- ron & ella todas las gracias que Dios les did para salvarse, y que lo que hizo con ellos siendo viajeros de la tierra, lo est’ haciendo siempre con sus hermanos que viyen en ella. Y no es diferente el motivo, por el cual los que viyi- mos en la tierra, unidos con vinculos de amor 4 los morado- res de la patria, lamamos 4 Ja Virgen nuestra Madre, y Ma- dre de la misericordia. La fe catélica nos ensefia que los santos, que reinan con Cristo en el cielo, forman con noso- tros un mismo cuerpo mistico, en el cual hay la misma _ani- macion que es la caridad, la caridad, que jamés se acaba. En ellos este amor, es un amor que descansa en la posesion del objeto amado, ‘d-quien no pueden perder: en nosotros este amor sé encuentra combatido y atribulado al ver cudn- tos enemigos tenemos, pero es el mismo: alli un amor, que triunfa, aqui uno que pelea: alli descansa, aqui trabaja: alli reina, aqui combate por ganar el reino. Pero los que triun- fan, los que reinan, los que son felices para siempre jhabrau perdido hacia sus hermanos el amor que les tenian, cuando estaban « con ellos en este. valle de lagrimas, en este palenque de sus peleas? ‘Los que cifien sus sienes conslduros de amor interminable, dejaran de amar 4 sus hermanos, tan solo por- . que estos no se hallan en el mismo terreno? Los ‘que se en- cuentran dentro del alcazar del Padre celestial y estan sen- tados 4 su mesa, y se embriagan en los torrentes de la ca- ridad infinita yno dirigiraén una mirada de amor 4 sus her- manos, que estén junto al vestibulo sagrado, esperando que dé la hora de abrir las puertas y entrar? Absurdo de la razon y destructor del sentimiento del. corazon seria al pensar lo contrario. Estos son los sentimientos de oF sanciiaendi sCudiles no serén los del corazon de una madre como la Virgen? Por mas que esté ella sentada en un trono, que se pierde de | vista entre los resplandores de luz inaccesible donde Dios habita, madre es de esta Iglesia, cuya mitad reina en él Pay ia Cor. cap. 13, v. 8.

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