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: 252 , una era nueva. Porque desde ese dia pueden ver que el reino de Cristo esté ya completo, por decirlo asi, en el personal, 4 la manera que vemos. establecidos en la tierra los reinos mundanos. — No hay uno en efecto, en al cual no se encuentren al frente del pueblo el rey y la reina, formando los dos Ja ale- gria, y la esperanza, y la gloria de la nacion, y mirandose esta en ellos, como los hijos se miran en sus padres. ¥ en realidad, ghay cosa mas drida que un rey solitario, sin tener una compafiera, con quien compartir el lecho y el trono, ni un corazon, en donde la ternura y el carifio viven para con- ’ tener laS iras varoniles, y mitigar con acentos amorosos las voces del que alguna vez puede rugir eomo un leon? jHay perspectiva halagiiefia para un pueblo, que ve su trono sin equilibrio, y no puede apelar del rigor inexorable del mo- _ harca al corazon benigno y amoroso de la reina? Esto es lo que vemos en el mundo:y esto es tambien, aunque la com- paraciono sea exacta en todas sus partes, lo que pasa en el reino de las inteligencias, desde que la Virgen Maria fué sublimada al trono celestial, donde vive y reina con su Hijo. ¥ pes | Marja es la Reina en el reino de Cristo: pero, como este reino esté dividido en dos secciones, una de las cuales triunfa, y otra esté en combate y en viage para la tierra de los vivientes, de ahi es que en las dos la Virgen viene 4 ser el complemento de la monarquia de Cristo. Alla, donde todo es gloria y seguridad sin fin, Maria es la Reina que alegra con su presencia la ciudad de Dios: pero aqui, donde todo esta erizado de peligros, donde vivimos entre te- mores y esperanzas, y donde nos amenaza la severidad del juez inexorable, la Virgen es la Reina piadosa y clemente, 4 cuyo amor y ternura acudimos para librarnos de los peli- gros, y aplacar la ira del Rey celestial. No importa que esta Sefiora viva en el cielo y nosotros moremos en este valle de lagrimas: la fe acorta las distancias, y nos hace ver 4 esta Reina viviendo con nosotros.