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235 ve precisado- i conesar In existencia del principio teérivo, viéndolo confirmado por los hechos'. | RRR Hoy dia desgraciadamente sniiinneeisiakiay que sucede en materia de religion 4 las naciones, lo que acontece 4 una fa- milia de blasones antiguos, pero decrépita en demasia, dis- tante de su primer tronco por muchas generaciones, y olvi- dada de sus glorias primitivas. Hoy se amoldan las institu+— ciones sociales4 los preceptos de una filosofia fria y arida, que quiere reglamentar la moralidad de las acciones, como se reglamenta la tactica de gobierno de un escuadron de hom- bres y caballos, y esta empefiada en que un agente de poli- cia haga 4 fuerza de pasearse de esquina 4 esquina de una calle, ostentando la hoja de acero colgada al cinto, lo que la religion ha hecho por muchos siglos, sin mas que predicar el precepto de la obediencia 4 la‘autoridad, y el de no hacer mal & nadie. Hoy dia la nueva politica de los pueblos, ‘poli: tica de demoliciones y de calles anchas, ha puesto en manos de la muchedumbre piquetas y barras para echar templos 4 tierra, sin querer reflexionar, que esos templos fueron eri- gidos en honor de la Virgen y para gloria de Dios, con el fin de recordar los beneficios de proteccion recibidos del ‘ Hemos visto ya que ‘los Santos I Padres de los primeros siglos ense- fiaban 4 los fieles 4 ponerse bajo la protection de la Virgen, 4 quien puiblicamente encomendaban sus iglesias, ‘las ciudades y los imperios, y la pedian que diese valor4 los soldados y victoria al ejército. Ahora diremos someramente, que casi todos los. reyes que se convirtieron 4 la fe de Cristo, ponian su reino bajo la proteccion de la. Virgen, y que sus sucesores en él imperio y en la verdadera piedad, los han imitado |siglo ,por-siglo, hasta los tltimos tiempos. Nosotros podemos decir de huestra Espafia que en tiempo de los reyes Godos, despues que se convirtieron 4 la fe eatélica, empieza yala serie de monarcas, que tenian mas confianza en la proteccion de la Virgen que en sus ejércitos. Esta serie continia despues en los Alfonsos y Fernandos, y viene hasta nuestros dias, pues te- nemos monumentos contempordneéos de ello. No digamos nada de Francia, pues el voto de Luis XI{f es un monumento de la fe de los reyés antiguos de su nacion, y de la que ¢! tenia y queria que todos tuviesen. Lo mismo sucedié en otros tiempos en Rusia, Suecia, Noruega, Alemania, Inglaterra, Escocia, Hungria, Piamonte, Constantinopla, y demas naciones, antes que el cisma y la heregia convirtiesen 4 los reyes en hechuras filosdficas de Jos pueblos. oe
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