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158 Todo esto es cierto: Lucifer no consiguiéd que no hubiese siempre en la tierra muchos adoradores de Dios, habiéndose sucedido estos con un encadenamiento nunca interrumpido, desde Abel hasta Noé, y desde este hasta Abraham, y desde Abrahdm hasta que vino el deseado de las gentes. Pero, nin- guno de todos esos justos pasé de ser una como chispa de luz que, si bien se ve en medio de las tinieblas, no tiene fuerza ~ para destruirlas. Para esto es necesario ser, no chispa ins- tantanea, ni rayo fugaz, sino luz flamigera, constapte y_ permanente, tan pura como la luna, tan flamante como el _ sol. Todo esto se requeria para disipar la densa niebla que cubria los entendimientos, sin dejarles ver las bellezas de la virtud, y para romper el hilo de los placeres sensuales que ligaba las voluntades4 todo lo que era carnal. Entre tanto, sin que el mundo sensual lo supiese, y sin que Lucifer pudiese llegarlo 4 penetrar, la Virgen Maria se hallaba en medio de tanta confusion, pronta 4 declarar la guerra 4 los vicios que tenfan degradado al género humano, y 4 ensefiar 4 los hombres el medio de salir del circulo de hierro,-en que el demonio los tenia encerrados. Parece impo- sible que una nifia haya podido concebir un proyecto tan gigantesco, y que haya ejecutado una empresa tan colosal: y sin embargo asi ha sucedido, habiendo bastado 4 regene- rar al mundo un pensamiento sublime, una idea celestial, un propésito nuevo é inaudito que esta Virgen ha tenido- Con solo esa resolucion han sido puestos en su mano los des- tinos del mundo, y se ha dado el primer rasgo en el inmen- so cuadro de las glorias de la descendencia: de Adan. Esta idea fué la de la pureza, la de la virginidad perpétua, con la cual la Virgen puso una mina al imperio de la sensualidad, _y abrié un camino anchuroso 4 los hombres para que como , avecillas que han roto los lazos del cazador y vuelan alegres hacia los collados, volasen ellos al cielo. Porque es sabido, que si el hombre mira hacia la tierra en vez de mirar al cie- lo, es porque los placeres del sentido aminoran en él el im- perio de la razon, y dan dilatacion 4 la dominacion del sen- tido. Para que el hombre se eleve 4 Dios, no hay sino sepa- rarlo de esos placeres que lo embrutecen, y embotan las
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