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: ii a Ki asi 7 is hu i ale Ee Si por unos momentos hacemos una abstraccion, y quita- - mos de Ja naturaleza humana las luces copiosas de ilustra- cion que la baiian desde hace diez y ocho siglos, nos encon- tramos de repente' en un mundo tenebroso, en el cual todo es confusion: Si intentamos en ese caso sondear las creencias de los hombres sobre la existencia de Dios, unos nos diran que no saben’si lo hay, nilo que‘es, ni lo que hace; y nos ve- mos entonces en medio e eriaturas sin criador, de séres or- denados sin ordenador,y de entes conservados en sus instin- tos sin providencia; eee: _ tras que’ otras, gloridndose néciamenté de conocer £ Dios, afirmaran que Dios es el mundo,’ y cuanto palpamos y ve- mos, teniendo una naturaleza universal, la‘cual es todo lo que hay que ser. Y entonces (6 portento de necedad filosdfica! tenemos un Dios, que es azul.en los cielos, trasparente en los aires, cristalino en las aguas, didfano en el diamante, — duro en el maérmol, inmundo | en las basuras, cruel en el asesino, sanguinario en él 1 al paso que lo hal sclavo en unos otros, mandando en. unos, obedeciendo. Le Se un mismo, tiempo avaro ¥ generoso, pindoso y duro de co- razon, bueno y malo. ‘G pet BOFIOR’ pee quie la abclaad sé quedase sin conocer 4 Dios, ni. amarlo, ni servirlo, no habia que hacer mas que proponerle esa divinidad del mundo material. Sin embargo, toda la na- turaleza humana estaba viviendo asi, sin Dios; y ni Grecia con su decantada filosofia, ni Roma con su imponente legis- lacion, ni la India con sus tan decantadas genealogias sa- bian mas que esto. Bien pudo decir San Agustin, que en- *tonces todo era dios en la tierra, menos Dios. El mundo en verdad vivia sin*Dios: pero no eran estas wellas inteligencias os- curecidas era él acaso avin habea echo el mundo, mien- he.
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