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97 _ que se salyase el pecador y sacrificaba al amor de losbeet ~ dores el amor que tenia 4 su Hijo adorado. © as Todos los sentimientos y afectos del corazon de la Wade de Dios tienen el mismo érden, y todos son una leccion elo- cuente para la humanidad. jQué dicen & los hombres? Di- cen que, puesto que la Madre de Dios sacrificd en las aras del amor divino 4 su propio Hijo que. es de un valor infinito, ‘mas justo es que los hombres renunciemos & afectos y senti- mientos de orden inferior y por. amor de Dios, y condenemos todos" aquellos que son contrarios a la santidad infinita ‘. Desde que Maria es Madre de Dios, se > ha restablecido el ér- den moral del mundo, invertido 3 y trastornado por el pecado, yla pees entera tiene se ollano solo una maestra, sino a See aa - 4? engend fedJa Tectitud que es en verdad bien triste, pues encierra al Fake on un cireu- lo de hierro, como si fuera un puro animal, destituido de raciocinio, y sin destino para la vida venidera. Era mucha la confusion y demasiado el desérden que el ‘pecado habia introducido en el mundo, y cuando Jesucristo vino a conversar con les i, ath este trastorno habia lle- : ES er ee et mE als ave ‘comprendamos. hasta dénde ‘hega. la ee ( seattle en la Virgen no tenemos’ mas que considerarla en el Calva- rio. «Hay, dice San Bernardo, la mas inefable reciprocidad de amor san- to entre ella y su Hijo. Esté padeciendo el Hijo, y en su interior est com- padeciéndose de su Madre, mientras que esta se ‘halla lena de compa- sion por el Hijo paciente. Porque fué tan impetuoso el torrente de la pa- sion en el Sefior, que lo llenaba4 él del todo, y parece que lo embriaga- ba: mas una vez lleno él, refluia en su Madre, y tan pronto como esta quedaba inundada, rebosaba de nuevo en ella el torrente de la amargura y del dolor, yendo de nuevo 4 Ilenar al Hijo.» (S. Bernard. Homil. in Evang. Stabat.) Sin embargo, Ja Virgen no bendecia entonces al Seiior, menos que cuando oy6 sus encomios en-easa de su prima Isabel. TOMO Ill. 7 :