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55 alas de la fe un vuelo al cielo, y ver lo que pasa alli, para contemplar despues lo que pasa en la tierra, escuchando . atentamente la conversacion que tienen un Angel y una muger. . El Verbo Eterno, dice un santo ‘escritor, llama 4 uno de los ministros mayores de su imperio y le dirige estas pala- bras: «Vé, ministro de mi voluntad; vé y anuncia mi bajada 4 la tierra, como lo ha decretado mi Padre: vé y di que el F Espiritu Santo descenderd sobre los hombres: anuncia los é beneficios que hemos determinado hacerles. Yo junto con mi Padre y el Espiritu Santo hice esta inmensa>mole del mun-_ do: yo di 4 cada uno de los séres las excelencias que tienen: hice al hombre duefio del mundo inferior, y lo adorné de gracia para que me amase y fuese feliz: pero un tirano lo’ echo de su reino, y lo arrojé del principado. Mas, yo decreté " restituirlo 4 su dignidad, y exige ya mi amor, que tenga -_ cumplimiento lo anunciado por los Profetas. Tengo decreta- — c do que los hombres sean vuestros compafieros en la gloria; ; porque, es justo que sea-uno mismo el himno que me canten los angeles y los hombres. »Vé por tanto 4 cumplir tu embajada entre ellos, porque ellos tienen en su seno 4 la que se necesita para que se cum- pla este misterio: yo la he preparado de antemano, para que sea mi habitacion purisima, mi hospicio inmaculado, el te- soro mas precioso que todas las criaturas. Busca, 6 Gabriel, ila que he elegido antes que todas las generaciones, pues la predestiné desde la eternidad para esto. Esto es lo que han predicado 4 grandes voces los Profetas: el linage huma- no espera que por ella ha de volver 4 su antiguo principado. Yo tengo en ella mi gloria, me deleito en su pureza: es justo que yo habite en ella y la haga mi madre, y la dé un honor que vuestra naturaleza no tiene. Marcha pues, y sé el minis- tro. de esta obra admirable: acércate 4 la que es mi téilamo, la paloma inmune de toda malicia, la cordera racional, e) arca de mi santificacion: mira su hermosura, incomprensi- < ble 4 vuestro entendimiento; quedards admirado de su ino- cencia incomparable, de su pureza inefable; te asombrara ese portento de virtud, mayor que cuanto puedes pensar; vé ie
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