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y jamas se vieron mas admirablemente cumplidas para la esposa en un 6rden nuevo y portentoso para la naturaleza, y para la esposa y el esposo en el 6rden de la gracia. Llencs por tanto de una alegria celestial, y cumplidas todas las santas costumbres del pueblo de Dios, salian pocos dias despues de Jerusalén los nuevos esposos: y yendo la Virgen en humilde cabalgadura, siguiéndola 4 pie su casto esposo, y volando junto 4 las almas virginales legiones angélicas, que los miraban con veneracion, entraron despues de un corto viage en la humilde ciudad de Nazareth, para — vivir en ella. ;Ah! ;Quién no alaba al Sefior, que da palmas y triunfos 4 las almas sumisas al precepto de los superiores? La Virgen Marfa habia hecho voto de perpétua virgini- dad, 4 lo que la ley divina no se oponia: pero los intérpretes legitimos de esta misma ley juzgaron que el bien de la maternidad era de mayor peso é importancia que el de la virginidad. Tan recta era la intencion de Maria como la del sacerdocio: era por tanto la obediencia de Maria la que iba 4 ser coronada, pues Dios la tenia preparado un esposo, que fuese el escudo de su virginidad, el tutor y protector de su | Hijo segun sus designios divinos, el padre putativo segun las apariencias humanas, y el escollo en que se estrellasen todas las conjeturas é investigaciones de Satands, y todas las cavilaciones de los enemigos de Jesus: mirémonos pues en este espejo y copiémoslo en nosotros. jAh!, Dios escoge siempre lo que parece débil ante la razon humana, para confundir lo fuerte. Dios hace siempre bien 4 los humildes y de corazon recto. O inmaculada Virgen Maria: ti en las angustias que empezaste 4 sufrir, al oir que tenias que dar tu mano 4 un esposo terreno, pusiste toda tu esperanza en Dios, y no fuiste defraudada en tus deseos; alcAnzanos pues esta vir- tud, que nos inspira una certeza infalible del poder de tu Hijo y del que este te ha dado 4 ti contra nuestros enemi- gos; para que en las angustias y contrariedades de esta vida confiemos en é1 y en ti, y desconfiemos de los hombres; y en la hora de la muerte, tengamos el consuelo de oir tu dulce voz que nos diga; «porque esperaste en mi proteccion, ea i TS Se i ed
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