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28 Pero, como al caer en- manos extrangeras el cetro de la | casa de Juda, se echaban los cimientos de la verdadera mo- narquia, que Dios habia prometido 4 David, nace en la ciudad régia la reina que ha de dar & luz al rey de ese nuevo imperio ‘cuya duracion serd la de la eternidad. No hay purpura de Tiro, ni telas recamadas en los retretes, donde Ana da 4 luz 4 la reina del mundo; ni tampoco re- lumbran alli los marmoles de Paros, ni las cunas de oro, ni el rico cendal de Egipto, pues todo eso ha pasado 4 manos de gente incircuncisa, valiéndose esta de medios inicuos, pero cumpliéndose en ello las ‘profecias; pero, en cambio .abundan las preseas que ostentan la magestad de la nifia recien nacida, y los ornatos y riquezas, que le ha dado el que mas tarde naceréa de ella. Pero véase cémo San Isidoro de Tesaldnica describe la dignidad real de la nifia recien nacida. «Yo pienso, dice, que 4 fin de que los hombres viesen, cuan semejante es la Vir- gen 4 Dios, quiso el Criador que hubiese entre él y la Vir- gen una nueva razon de union, y que todas las criaturas adquiriesen por medio de la misma Virgen una hermosura nueva. Y en realidad, mé parece que David habld de ella cuando dijo admirado, iQuién serd semejante & Dios entre los. hijos de Dios? Porque, ninguna criatura ha subido sobre la sublimidad de las nubes hasta tocar 4 Dios, sino es la* Vir- gen. Y creo tambien, que David hablaba dé ella cuando dijo, que Jos cielos destilaron ‘: porque con eso demostré, que _ ho se abrian los cielos, para arrojar torrentes destructo- - res, como en tiempo del diluvio: sino que fueron déstilan- do con suavidad esta flor preciosa, la Virgen inocentisima. Por lo que siendo ella el trono de Dios, no creo que se apar- te de la verdad el que afirme, que la Virgen es un cielo y una emanacion del cielo.» ? ;Oh cudn cierto es, que, si bien la Virgen no nacié en palacios de marmol, vino al mundo cén toda la pompa que le correspondia, como reina del gran _ pueblo que reinaria para siempre! ae ' Psalm. 67, y. 10. 2 Div. Isidor. Thessalonic., Serm. de Nativit. Min: n.° VII, VI.
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