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a ei Be es e E ETE PELLET ee ee Llegé por fin ese dia feliz para los venerables ancianos, que recibian lo que tanto habian deseado, y habian pedido con tantas lagrimas al Sefior. Did Ana 4 huz una nifia, lena de gracia y hermosura, que cautivé 4 cuantos fijaron en ella sus miradas: pues no parecia sino que la rodeaba una au- reola de virtudes, y que oscilaba sobre su frente un rayo de luz celestial, que presagiaba que habia de ser con el tiempo una gran reina, y manifestaba que habia encerrado en su pecho, aunque diminuto, un tesoro inmenso de riquezas y tesoros del cielo. Al verla, era natural que las gentes se di- jesen unas 4 otras, que aquella nifia tenia que ser una cosa - grande en el’ mundo, pues la mano de Dios se veia en su concepcion y en su nacimiento. et Dificil era, que los hombres supiesen quién era aquella nifla que acababa de nacer, dando alegria4 sus padres y 4 todos sus conciudadanos. Sin. embargo, pasaban en aquella misma ciudad por aquel tiempo cosas bien extraordinarias, cuya consideracion hubiera podido dar alguna luz sobre lo que era aquella nifia. Es seguro que, segun las leyes del mundo, no era en la casa contigua 4 la piscina probitica, donde debia haber nacido esta nifia, sino en los palacios que habian fabricado con tanta magnificencia sus abuelos ilus- tres. Pero, hacia muy pocos afios que se habia cumplido al pié de la letra una célebre profecia, que anunciaba que el cetro estaria en la familia de Judd, hasta que viniese el de- seado de las gentes ‘. Un extrangero, un idumeo, un hom- bre extrafio al pueblo santo, un hombre, judio en aparien- cia, incircunciso en realidad, teaia en su mano el cetro que habia sido de los ascendientes de la Virgen, y le pertenecia 4 ella. Pero, Dios tenia dispuesto que el reinado temporal de la familia de Judi no durase, sino precisamente hasta que apareciese el que venia 4 levantar un trono fundado en justicia y santidad, que no tendria fin. Herodes ocupaba los palacios, que por derecho hereditario eran de la Virgen: en ellos era, donde esta hubiera debido nacer, G59 las leyes del mundo. a 4 ' Gen. cap. 49, v. 10.

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