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mon pacifico, que se habia de reclinar en él, tomando nues- tra carne; mas, no lo dudemos, los Angeles santos no dejaron jamas abandonado ese reclinatorio divino, ni dejaron de es- tar 4. su lado con espada en mano para honrarlo, y para re- chazar 4 cualquiera que quisiese acercarse 4 él sin la debi- - da reverencia, y sin rendirle el honor conveniente. Mas adelante veremos el respeto, con *que los espiritus soberanos servian 4 su Reina cuando vivia en el templo: pero, esta asistencia de los angeles no sera, sino la continua- cion de los honores empezados desde el momento de la ani- macion de la Virgen. Dichosa y mil veces dichosa Ana, que sin yerlos ni sentirlos, tenia siempre 4 su lado 4 los angeles, haciendo la guardia al trono del Salomon celestial. Cuando la recien concebida empiece 4 respirar por primera vez el aire comun, viniendo destinada 4 ser Madre de Dios y reina de los angeles né vendran todos los coros y gerarquias 4 rendirla homenage, marchando desde el cielo en escuadro- nes ordenados, llenando los espacios de suaves melodias, y entonando cada gerarquia, arrodillada ante su Reina, un himno 4 Dios y 4 su Madre futura? Esto explica el porqué de ese santo entusiasmo que se apoderaba de los Santos Padres, cuando trataban de la apa- ricion de esta santa nifia. «Hoy nace, dice el citado San Pe- dro Damiano, hablando de su nacimiento, la Reina del mun- do, el taberndculo de Dios, la estrella del mar, la escala del cielo, por la cual el Rey celestial bajé humillado hasta nues- tra pequefiez, y el hombre, que estaba postrado, subié ensal- zado 4 las cosas soberanas.» «Hoy exclama e] Damasceno ', Dios con un nacimiento terreno formé un cielo mucho mas divino, que el primero, pues el que puso el sol en el primero siendo el sol de justicia ha de nacer de este.» «Alegraos por tanto, 6 montes, es decir, 6 naturalezas dotadas de razon; porque ya sale 4 luz.el monte brillantisimo de Dios, aquel monte, que se levanta sobre todo collado y sobre todo monte, es decir, que supera 4 todos los hombres y 4 todos los ange- * Orat. 2, de Deipar, Natiy.

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