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todos los destinos del mundo moral, haciendo todo esto pre- cisamente en el momento mismo, en que una criatura rebel- de y envidiosa habia creido, que de un solo golpe habia frus- _ trado los decretos de Dios, y destruido sus obras. El cielo, y la tierra se alegraron cuando, estando aun la humanidad en sti cuna, los ecos de la voz de Dios subieron de entre las florestas del paraiso hasta la azulada béveda del firmamento. Pasaban entre tanto los afios, y se formaban las centurias, y cada una dejaba como en testamento al espirar este legado de esperanza y de consuelo, que con avidez reco- gia la que le sucedia. Una muger bendita entre todas, un nifio restaurador de la humanidad, una edad de oro que ha- bia de llegary no tendria fin, erala idea vaga, que vivia en- tre las sombras mismas de los pueblos paganos, entregados 4 la idolatria, y la esperanza cierta, que daba vigor al vene- rable anciano que moraba en el seno de Ja nacion judaica, y sentado como patriarca en medio de sus nietos contaba 4 sus hijos cada sd&bado la edad primitiva de oro, la dicha de los primeros padres cuando eran inocentes, la astucia del demo- => la caida del hombre, y la promesa de su restauracion en que tendrian parte una gran muger y su hijo. reine ya pasado cuarenta siglos desde la promesa: y ioe los hombres yacian en las tinieblas mas profundas, que tuviera la noche del error, y nadie quizds pensaba en la gran Sefiora, que dominaria al mundo, empezaba esta 4 existir; y era tan bella en el primer instante en que saliera su alma de la nada, que Dios mismo queddé enamorado de su hermosura, llamandola con el nombre que la tenia puesto desde la eternidad, y diciéndola que era su tinica paloma, su perfecta, su escogida '. Y habia en su alma tanta gratitud y tanto amor de Dios, que en el mismo primer momento de su vida, modulé ya un cantico sagrado, y dijo llena de un amor desconocido atin 4 los Serafines: en gran manera me gozaré en el Seior, y se regocijard mi alma en mi Dios; porque me puso vestides de salud, y con un manto de justicia me roded, como a es- posa ataviada de todos sus joyeles *. “4 Cant. 6,8. 2 Isai. G1, 10,

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