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238 se en uno que en otro: resucité, no esté aqui, sin afiadir mas diferencia que la de la virtud propia en la resurreccion del Hijo, y la de Dios. en la de la. pine: yea pues & ver cémo sucedié esto.© Rb. 2H ~ Una vez anions el cuerpo ia la Virgen debajo de la tier- ra, pensaron los: Apéstoles en retirarse cada uno 4 la region en que se hallaban predicando el Evangelio: pero, habia alli una especie de iman que los atraia, y sujetaba al parage donde estaba sepultada su Sefiora. Ni hay que extrafarlo: porque,’ continuaban en el mismo lugar Jas miisicas de los — angeles, y ellos mismos en compaiiia de los fieles alternaban con los espiritus soberanos; cantando sin cesar las glorias de la Virgen. »Habia en esto, dice San Isidoro de Tesaléni- — ca, una disposicion del cielo: pues si bien el amor y la reve- rencia que tenian los Apdstoles 4 la Virgen, era una especie de cadena que los ligaba 4 su sepulcro, Dios los detenta alli sin embargo, 4 fin de’ que fuesen entonces expectadores, y despues pictiomiorcs y shag de un SeeED ae 3 mos 4 describir *. ‘ «Por causas: deatonisndites: habia faltado, deb uno ae los Ajpiistotés' del Sefior; y no habiendo Wegado 4 tiempo, no pudo tomar parte en el acto solemne y extasiador del entier- ro de la Virgen. Pero, euando la tercera aurora derramaba su luz por los valles de la Judea, se ve llegar é Jerusalén al Apéstol, cuya presencia tanto se habia deseado. Lo primero que oye @s, que'& los demas Apéstoles les ha sucedido lo mismo que 4 él; pero no puede menos de dolerse, y se duele en efecto, de haber venido no solo el ultimo , sino tan tarde, que no ha podido, ni aun ver el' cuerpo muerto desu ‘tan amada Sefiora y Reina, la Madre de su Maestro. Mayor es su pena, cuando sabe que habian oewrrido tantos hechos fuera de lo natural en la pompa finebre, la cual mas que funeraria, fué gloriosa por todos conceptos: no podia el san- to Apdéstol soportar el dolor de no haber sido digno de haber visto en su hora postrera 4 aquella Sefiora venerabilisima, ' Serm. de Dormit. Deipar., n.° XXVII

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