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985 f bondadosa condescendencia de haber tomado la debilidad. de FE nuestra naturaleza, aber querido padecer en. ella to- k das aquellas afrentas y ludibrios que sufrié el amado Jesus: lo que hacian entonande salmos y cénticos de un modo. sin- gular, que nosotros no podemos imitar; porque estos cantares demandan voces especiales.que nosotros no tenemos.» | , Cantando de este modo, y en medio de varios portentos que ocurrieron *, llegaron por fin aquellos sagrados conduc- wee sitio, donde debia. darse.mepere al cuerpo sagra- 7 ch aie Dormia: hor n.° XXIV. ghan 2 Cuenta San Isidoro de ‘Tesalénica, que los judios se irritaron sobre manera, al yer la grandeza con que. se hacfa el entierro de la Virgen, ha- biéndose exasperado rabiosamente, despues de haber sabido que habian venido 4 Jerusalén los discipulos de Jesus, y que eran ellos precisamente jos que querian darda mayor solemnidad al acto del-enterramiento, Ile- yando sobre sus hombros el. cuerpo muerto dela Madre de aquel,. 4. quien ellos habian crucificado, y en quien atin no habian querido creer, Deter- -. minando por tanto desbaratar aquella reunion, Menos de furor, se ar- 5 man de palos, de clavas y de espadas, y salen en tumulto & acometer a la turba de ficles: Pero he aqui, dice el Santo, que Dios ostenta su poder misericordioso, y cuando pudiera hacer que cayera fuego del cielo, y ful- : minasen rayos las nubes, 6. que se abriese la tierra, como en tiempo de Datan y Aviron, y destruyese a los impios, no quiso hacer mas milagro que el de dejarlos 4 todos ciegos de repente.» Este es el primer portento que el Santo refiere, «Pero, dice todavia ¢l Santo, un sacerdote pertene- ciente al Sanhedrin, y precisamente de aquellos que crucificaron. 4 Cristo, lleno,de furor arremetié con sus. dos manos al, ean premade echarlo 4 tierra. Mas, en el acto seele arrancaron Jas on ee do suspendidas al saredfago. Lo que ‘fué una praele cae ‘biok pete a infeliz viéndose tendido por tierra, y sin manos, y entre fo pon aperiis.-, pidié perdon 4 los Apéstoles, suplicdndoles que rogasen d Dios y 4 aque- lia Sefiora que le perdonasen; pues reconocia su erimen, y confesaba con sinceridad, que aquella Senora era Madre de Dios. iCosa, rara, dice el : Santo! Apenas pronuncié estas palabras, las manos se maa at de la caja, y fueron 4 buscar las mufiecas del pecador arrepentido, que le- vantaba sus brazos én actitud suplicante. Ni cesaron aqui los portentos, pues los Apéstoles dieron al convertido una hoja de la palma, que el ar- cingel trajo del cielo 4 la Virgen, manddndole que fuese 4 los castiga- dos con la ceguera, les predicase las grandezas de Jesus, les anunciase . el perdon de sus culpas, si creian en él] y se bautizaban, y que si asf lo confesaban y prometian, tocase sus ojos con la hoja, y quedarian sanos, habiéndo sucedido asi. (Serm. de Dormit. Deip., 0.* XXV, XXVL)

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