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shy ebb tantos ésculos habian dado 4 Dios: y risuefia, y serena, ‘ale- gre y magestuosa,d , apacible y suave, pero t _vene- rable, se durmié en el Suet del amor divino, teni ndola. su Esposo celestial reclinada en su regazo, y cumpliéndose en ella con toda verdad aquello que la esposa de los Canta- _ ves dijo de su Esposo, 4 saber, que este la abrazaria con su ‘brazo derecho, y tendria su luquierdo debajo de su cabeza i % apoyarla *. - Las santas mugeres de la iglesia ab Jerusalén colocaron a cuerpo de la Virgen en las andas, adorndndolas con algu- nos paiios, y vistiéndolas de guirnaldas de azucenas.y de rosas, echando tambien balsamos y aromas sobre el santo cuerpo, mas por seguir las costumbres del pueblo al cual to- dos pertenecian, que ‘porque fuese necesario | ara preservar de la corrupcion al arca del Testamento, al | emplo de Dios vivo. Porque, los resplandores de la divinidad oscilaban |80- bre su augusta y venerable frente, y una como -auréola, de Juz la Wafiaba toda; y al verla, parecia que salfa de sus 14- bios una sonrisa celestial, con la cual se diria que estaba echando en cara 4 la muerte, que habian sido inutiles sus esfuerzos para desc rgar sobre ella el golpe de su guadaia, pues ella no era victima suya: y ademas, el ambiente estaba -embalsamado con una fragancia, “que no se parecia a nin- J guno de los timiamas ae ii hombres, 6 a,ti aro-. # mas producidos por las flo oO seed a in- ‘corruptibilidad del cuerpo ib absaceat ia saeafue me da, por no haber dep laichad 9hasan yesre ee vida temporal al autor mismo de la oe ete eemin a Llegada la hora de llevar el santo cuerpo al ante be -reunieron los fieles de Jerusalén junto con su santo obispo ‘el Apéstol’ Santiago, llamado el Menor, y empezarol 4 mar- char hacia el monte de Jas olivas, 4 cuyas raices s@stiendé el valle de Josafat. No es facil el referir lo que pasd en esta ceremonia augusta: asi es que, preferimos guardar un si- lencio 'respetuoso, contentandonos con transcribir lo que nos ' Cant. cap. 2, v. 6.